La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Creo que se han equivocado con el lema Orgullo de ser español. No sólo porque parece responder desde un nacionalismo a otro, sino porque apela a un patrioterismo retórico en vez de a un patriotismo natural y sereno.
No siento ni orgullo ni disgusto por ser español, como no lo siento por ser hombre, sevillano, andaluz o católico. Lo soy, y basta. Es una de las circunstancias y elecciones que me han ido conformando. Si la infancia es la patria del hombre, como escribió Rilke, la mía es sevillana y tangerina. Si la palabra es la casa del ser, como escribió Heidegger, el francés es tan lengua materna mía como el español porque aprendí a hablarlos, leerlos y escribirlos a la vez gracias a que mis padres, desde la guardería hasta el liceo, me inscribieron en centros franceses de Tánger. Cuando oigo hablar francés o las canciones de Edith Piaf recuerdo mi infancia tangerina tanto como recuerdo mi mundo de la Encarnación cuando oigo Los campanilleros de la Niña de la Puebla, Amargura o la Centuria macarena.
Dicho lo cual añado que soy y me siento español hasta los tuétanos sin conflicto con mi ser sevillano y andaluz, mi amor niño por la lengua francesa, mi anglofilia dickensiana, sherlockiana y conradiana, mi cariño por la lengua italiana y por Roma tras haber vivido tres años allí, mi admiración por la América de Gershwin o John Ford y mi pasión por la cultura y la religión judía (estos días leo con emoción risueña al grandísimo y cervantino Shmuel Josef Agnon, traducido al francés porque, descatalogada una novela editada hace años por Plaza & Janés, vergonzosamente no está editado en español).
Dejemos el orgullo para los nacionalistas excluyentes y fanáticos como Puidgemont, Junqueras o los tipos de la Asamblea Nacional Catalana. Convertir en ideología política el lógico afecto a lo próximo es el veneno nacionalista. "Quizá a usted le emocionen los valles asturianos, pero eso no tiene ningún efecto político", escribió Savater. La cultura verdaderamente importante tiene raíces en un lugar y un tiempo, pero su vocación y su disfrute es universal y atemporal. ¿Orgullo? No. Según la Real Academia es arrogancia, vanidad y exceso de estimación propia. Mejor ser hombre sin ser machista, culto sin ser pedante, religioso sin ser beato, arraigado en una tierra sin ser localista y patriota sin ser patriotero. Recordemos a Cervantes: "Llaneza, muchacho, que toda afectación es mala".
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