Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Humanistas

Si nos atenemos a la gestión de todo lo referente al Yak-42, encontramos justo lo contrario de un humanismo cristiano

Cuando leí hace unos días las declaraciones de María Dolores de Cospedal con las que rechazaba la posibilidad de indemnizar a los familiares de las víctimas del Yak-42 recordé el debate celebrado hace unos meses en torno al ideario del PP en el que el partido, tras una ajustada votación, decidió incluir en el mismo su adscripción al humanismo cristiano. Después de garantizar personalmente a quienes perdieron a sus seres queridos en un avión al que jamás debió subir nadie que la atención del Gobierno iba a ser muy distinta con ellos de lo que había sido hasta ahora, la ministra de Defensa considera que estas personas no son merecedoras de una compensación después de haberse dejado los cuartos en un juicio largo y agónico que se resolvió de aquella manera. No resulta descabellado pensar que esta indemnización puede ser justa como puede serlo para las víctimas del terrorismo, pues de verdadero terrorismo cabría calificar la actuación de los responsables de aquella tragedia y de todo lo que sucedió después: posiblemente, el más aberrante despropósito cometido por un Gobierno en nuestra democracia. Entonces, bueno, desde luego queda muy bien lo del humanismo cristiano, sobre todo ante determinados ojos. Pero conviene preguntarse de qué diantre estamos hablando si queremos ser honestos.

Porque el humanismo cristiano no consiste en condecorar vírgenes ni en ir de mantilla a las procesiones, que es algo que sí se le da fetén a los ministros del PP. El humanismo cristiano pasa por considerar a las personas como fines, no como medios. Como objetos de la consideración que merecemos los seres humanos, no como instrumentos que podemos emplear a nuestro antojo. El humanista desea el bien del otro en cuanto otro, no en cuanto al provecho que pueda sacar del otro. Y en un orden político esto implica, entre otras cosas, velar por la seguridad del otro con abnegación, procurar la mayor dignidad a los fallecidos y reparar las injusticias en la medida de lo posible. Si nos atenemos al modo en que los Gobiernos del PP, pasados y presentes, han gestionado el asunto del Yak-42, encontramos justo lo contrario de un humanismo cristiano: un materialismo homicida, una torpe exoneración de responsabilidades y un desprecio terrible a las personas, vivas y muertas.

Lo mismo tiene que ver con el humanismo cristiano la vergonzosa política de asilo para refugiados, los derechos cercenados a inmigrantes y trabajadores y la eliminación de las humanidades en el curriculum educativo a mayor gloria de la competencia atroz. Se llama inhumanismo. Y ya lo conocíamos.

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