Carlos Colón

Nacida del Calvario

la ciudad y los días

29 de septiembre 2012 - 01:00

LAS sagradas imágenes y las hermandades sevillanas tienen curiosos nacimientos las unas de las otras o las otras de las unas. Hay hermandades a las que les debemos esas imágenes que alientan, sostienen, alumbran y guían las vidas de miles de sevillanos. Gracias a los hermanos de la muy antigua Hermandad del Traspaso, que le encargaron la imagen a Juan de Mesa en 1620, tenemos al Señor del Gran Poder. Gracias a los cofrades de la Hermandad de la Esperanza, fundada un siglo antes de que sus hermanos encargaran la nueva Virgen, tenemos a la Macarena. Gracias a los hermanos de la antigua Hermandad de Nuestra Señora del Socorro y Amor de Jesucristo, que en 1618 le encargaron a Juan de Mesa un crucificado, tenemos el Cristo del Amor.

Pero al igual que hay imágenes que han nacido de sus hermandades, hay hermandades que han nacido de su imagen titular. Este es el caso de la Hermandad del Calvario que hoy culmina, con una solemne misa oficiada por el señor arzobispo, el triduo de acción de gracias por los cuatrocientos años de la hechura de la imagen, encargada a Francisco de Ocampo en noviembre de 1611 por Gaspar Pérez de Torquemada para su capilla privada en la parroquia de Santa Catalina y entregada en marzo de 1612. Dos siglos y medio después, en 1886, nació de la devoción a este crucificado, entonces en la parroquia de San Ildefonso, la Hermandad del Calvario.

Ser su origen definió la espiritualidad y selló el estilo de la Hermandad con la paulina severidad de la imagen del Cristo Calvario, tan distinto de cualquier otro crucificado de la escuela barroca sevillana como Jesús Nazareno -otro Ocampo- lo es de cualquier otro Señor con la cruz a cuestas. Jesús Nazareno abraza la cruz, el Calvario le entrega su cuerpo hasta fundirse por entero con ella. El abrazo del Nazareno, convirtiendo en símbolo triunfal el madero del suplicio, define el orgulloso, majestuoso y espléndido barroco de su cofradía. La entrega del cuerpo del Calvario a la cruz define la singular austeridad de la suya, que tan admirablemente describió uno de sus hermanos más insignes, Juan Sierra, en su poema dedicado al paso del Calvario por la Catedral o en su artículo El esparto. Austeridad muy distinta de la de otras cofradías de ruán y esparto, suya propia, personalísima desde la caoba y los hachones que maese Farfán inventó para Él, como si su escueto cuerpo-cruz no tolerara candelabros y oros, hasta las alpargatas que calzan sus nazarenos, inspiradas en las de las Hermanas de la Cruz. Esta noche el arzobispo dará, en nombre de Sevilla y de la Hermandad que nació de Él, gracias a Dios por el don del Cristo de Calvario.

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