Oscuro borrador

El borrador es transparente si de lo que se trata es de hacerse cargo del verdadero propósito

El borrador de la Generalitat catalana con respecto a su referéndum o -si no cede España- a su independencia unilateral es tan amenazante, chantajista y extremo que hasta el mismísimo Rajoy ha salido de su letargo. De golpe, se ha preocupado, como el que se encuentra que el exótico lagartito que tenía en la parte de atrás es un cocodrilo voraz. El choque con el Estado y con el Estado de Derecho que supone el documento es tan frontal que hasta sus redactores se han puesto nerviosos y aseguran que sólo es "un trabajo trabajándose" (sic), apenas un borrador.

Recuerdo de inmediato a Lope de Vega y su maravillosa declaración de principios: "Oscuro el borrador y el verso claro". Qué bien y quién pudiera. Pero, desde otro punto de vista, el borrador es lo claro: donde se muestran las intenciones desnudas o, incluso, descarnadas. Luego, la redacción final las va disimulando, cubriéndolas de excusas, de excursos, de disimulos y de ambigüedades calculadas con precisión. El borrador es transparente si de lo que se trata es de hacerse cargo del verdadero propósito. Incluso los admiradores más fervientes de la corrección literaria ("el segundo turno del talento", según Andrés Neuman) y del preclaro endecasílabo de Lope, reconocemos el valor de las primeras redacciones para entender la voluntad de un texto. En pintura, como es natural, se ve mejor. Los pentimenti o los arrepentimientos del pintor -sus correcciones sobre el diseño primigenio- nos explican y exponen mejor que nada el proceso creativo. Jaime García-Máiquez es, además de mi hermanito pequeño, uno de los mayores expertos mundiales en el trazo oculto, esto es, en estudiar, mediante rayos X y reflectografía, qué bocetos y esquemas quedan debajo de la obra maestra que permiten comprenderla mucho mejor.

El borrador catalán es oscuro, sí, pero, sobre todo, por sus intenciones, que están claras, y por el futuro al que nos aboca. No nos extraña que Peter Hanke declare nada más poner el pie en nuestro país: "He leído en el avión lo publicado sobre lo de la independencia de Cataluña, y da miedo". Que quien lo haya dicho sea un vapuleado y escarmentado espectador de lo ocurrido en la extinta Yugoslavia no tranquiliza. Haríamos bien en no borrar de nuestra memoria el borrador de marras cuando los nacionalistas vengan a blanquearlo con sus apelaciones a las urnas, a la democracia, al diálogo y a las manos tendidas. Ya, ya.

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