El PSOE de Sevilla o la guerra perpetua

editorial

16 de febrero 2012 - 01:00

LOS sonados enfrentamientos que han venido produciéndose en el seno el PSOE de Sevilla desde el pasado mes de enero, cuyo origen se remontan a las divergencias crecientes que desde hace más de un año existían entre las personas que formaban el núcleo duro de la anterior Ejecutiva que dirigía el partido desde 2008, terminaron el pasado domingo por estallar, quebrando de forma definitiva a la organización con motivo de la elaboración de las listas autonómicas. El riesgo de fractura ya se evidenció en vísperas del Congreso Federal, cuando la decisión de la dirección regional de apoyar a Chacón frente a Rubalcaba provocó un realineamiento de las distintas familias que cohabitan en el seno del PSOE provincial, poniendo de manifiesto que la agrupación socialista, que además sustenta a la mayoría actual en la Ejecutiva autonómica, tenía dos almas. El resultado del cónclave nacional dejó un panorama de honda división que era necesario recomponer antes del 25-M. No fue posible. La dimisión del secretario general, José Antonio Viera, que se marchó denunciando vetos e injerencias de la dirección regional, terminó por destrozar a esta fuerza política. El partido, a duras penas, ha logrado cerrar su candidatura para el 25-M y está ya en manos de una gestora nombrada por la dirección federal y presidida por Manuel Gracia. Pero todas las heridas están abiertas. Es una fórmula de urgencia que, sin ser lo ideal, al menos garantiza que el PSOE sevillano no volverá a reproducir la espiral de enfrentamientos hasta el próximo congreso del verano. Gracia podrá administrar el día a día del partido pero es difícil que logre la movilización que requiere la cercanía de las elecciones, sobre todo si se repara en que de los resultados en Sevilla depende la mayoría absoluta que las encuestas dan al PP. La crisis interna tendrá un importante coste electoral para el PSOE. Mientras la provincia sufre las consecuencias sociales del paro y la crisis económica, en lugar de abordar estos urgentes problemas, los socialistas han estado demasiado tiempo enredados en sus guerras perpetuas.

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