Pepe, el revulsivo,salta a la cancha

El poliedro

El denominado Plan Español para Estimular la Economía no pretende salvar a sectores concretos

20 de diciembre 2008 - 01:00

SE puede discutir si el Plan Español para Estimular la Economía y el Empleo (cuyo acrónimo podría ser Pepe, lee; un documento de 26 páginas recientemente elaborado por el Gobierno) conseguirá el objetivo de reanimar a una enferma, la economía, atenazada por el marasmo y el miedo, y también por debilidades menos psicológicas, como lo pueda ser un modelo elefantíasico de crecimiento que ha dado de sí más de lo debía: millones de ladrillos sin calor humano que los caliente, el parque de viviendas vacías más grande del mundo en relación a las necesidades del país. Lo que es menos discutible es la voluntad del Ejecutivo de Zapatero de montarse encima del caballo. Obras son amores, y ya hay medidas y cantidades comprometidas sobre la mesa -sobre la de los ayuntamientos, por ejemplo-, que en buena parte ilustra el reportaje que va en la página siguiente a ésta. Como celtas que hacen sus peticiones al pozo de los deseos, hacemos un nuevo esfuerzo por creer a nuestro conducator en la Moncloa, que esta semana ha hecho un lírico vaticinio sobre el resurgir del empleo español: en primavera renacerá la vida, y de estas semillas esparcidas por un Solbes que va de retirada surgirán flores en forma de puestos de trabajo. Ojalá.

La necesidad de hacer política económica ha resurgido de sus rescoldos, tras años en los que los invisibles mecanismos automáticos del mercado parecieron incontestables, y los gobiernos limitaban su acción de política económica a estímulos fiscales, tanto en los impuestos personales y empresariales como en el destino del gasto público, fundamentalmente en una extraordinaria mejora de las infraestructuras estatales y autonómicas que, como arterias bombeando gente y materiales a revientacalderas, han contribuido a su vez a dar alas al boom inmboliario español. Todos llegamos a todos lados con facilidad, por tierra, mar y aire. Con unos niveles de intensidad insostenibles, aunque ésa es otra cuestión.

Pero por muy diligente que el Gobierno español pretenda ser, y por mucha confianza impostada que quieran transmitir a la opinión pública, a las empresaria, a los consumidores, a los financiadores -ay, esa banca que no comparte el balón- y a los inversores, hay dos serias dificultades para el renacimiento económico patrio, y ambas son primas hermanas. La primera, nuestro desquiciado poliedro autonómico, cada uno tirando de la manta para su lado y obsesionados por la diferencia, si no practicando la doctrina Camps con Cataluña: yo quiero, como mínimo, lo que tú. Una estrategia de arrastre de pies e imitación que también evoca lo fácil que -no siempre- lo tiene Griñán: cortar y pegar las propuestas de Solbes. Coordinar y armonizar el puzzle hispánico, con diecisiete demiurgos con capacidad de hacer política económica no es fácil: es dificilísimo. Y, como segundo obstáculo estructural, tenemos a la prima mayor de este guirigay, es decir, la Unión Europea. Las asimetrías autonómicas se multiplican en Bruselas. Grecia, Suecia, Polonia, Alemania, Francia o Chequia tienen intereses y niveles de exposición a la crisis tan diversos que pretender una política económica común mueve al escepticismo. Yendo más arriba, las cumbres planetarias G + número reproducen esta variedad de intereses, a veces comunes, otras sólo compatibles y, en no pocas ocasiones, conflictivos. Sin embargo, la foto de familia de los grandes hombres de impecable terno oscuro sigue calmando la ansiedad del pueblo, o eso deben creer nuestros mandatarios. Como mínimo, en cualquier caso, deben hablar, y sobre todo dejar trabajar a los técnicos del back office.

Cuando esto se escribe, internet y los teletipos informan de la decisión de la Administración Bush de prestar a los tres grandes del automóvil (Chrysler, Ford y General Motors)17.400 millones de dólares. Evidentemente, este tipo de medidas serán necesarias allí -aun con la oposición del Congreso-, pero los salvavidas sectoriales son un riesgo y un precedente. Las medidas del Pepe de Zp no caen en esa tentación, y son transversales: apoyo a las familias, ayudas a pymes, ayudas sector financiero (los dueños del balón son la excepción) y fomento del empleo. Cuatro caballos de batalla.

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