La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Los ciriales
QUÉ diferencia de trato entre el recibido por el hermano costalero con el que percibe el hermano nazareno! La llegada de ambos a la casa hermandad para sacar la papeleta de sitio no tiene comparación. Mientras que el primero la saca o no la saca, la paga o no la paga; el pobre nazareno, si recibe el saludo de alguien, lo es para reprocharle que hay que ver cuánto tiempo hace que no se le ve por allí; y a nadie se le ocurre recibirlo al menos como el padre hizo con el hijo pródigo, echándole el brazo por encima y diciéndole cuánto nos alegra verte. Eso sí, paga religiosamente sus cuotas y las de todos los de su casa, su papeleta y la de los hijos que salen con él; y cuando ya está apurando el presupuesto del mes, el mayordomo le sugiere que eche algo para flores y el chaval del grupo joven le ofrece una papeleta de una rifa.
Al nazareno, el bocadillo se lo preparan en su casa, y si tiene sed buscará a quien le dé de beber. Pasará por la carrera oficial con orden, en fila de a tres si es preciso, a pique de quemar y ser quemado; pero si la túnica se mancha de cera no pasa nada, la tintorería entra en el presupuesto del mes siguiente. Se puede llegar a sentir hostigado por unos diputados de tramo celosos cumplidores de un horario del que se olvidan una vez rebasado el control de la Puerta de los Palos; porque esa es otra, a la hora de fijar unos horarios y unos itinerarios nadie se acuerda de él. Nadie se acuerda de que el hermano 1.345 del cuarto tramo de Palio, quizá se ha levantado esa mañana a las siete para trabajar, o quizá lo haga a la mañana siguiente. Nadie se acuerda del cansancio acumulado en niños y mayores para los que concluir el recorrido es un auténtico sacrificio, máxime cuando no llevan varas en las presidencias o cirios apagados alrededor de los pasos.
Nadie se acuerda que el nazareno es el alma y la esencia de la Semana Santa de Sevilla.
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