Carlos Mármol

San Telmo

14 de marzo 2012 - 01:00

AL final, todo se reduce a una batalla escénica. El debate (frustrado) de Canal Sur es un ejemplo. Un plató frío con apenas dos aspirantes. Un perfecto ceremonial para el tedio. Otra es la idea de Arenas de no aposentar sus reales -si es que puede gobernar- en el Palacio de San Telmo, al que el candidato reformista cree un ejemplo de "despilfarro", cuestión que, al parecer, debe ser ya un dogma, porque basta comparar el precio del metro cuadrado de la rehabilitación integral de la vieja universidad de mareantes con otras obras contratadas incluso por difuntos presidentes autonómicos del PP para darse cuenta de que ha sido más económico que muchas otras sedes magnas.

Si Arenas no quiere gobernar desde San Telmo, nadie se lo va a impedir. Ahora bien, la factura del traslado a la Casa Rosa debería pagarla de su bolsillo. Si, a su juicio, es discutible que los andaluces financien un palacio al presidente de la Junta -el edificio es de todos, que se sepa- mucho más es que ahora abonen el coste de dos. La mudanza a la Palmera es un excepcional capricho, fruto de la demagogia con la que algunos afrontan esta campaña.

San Telmo es un edificio institucional. Y puede abrirse perfectamente a los ciudadanos -si se quiere- sin perder esta condición, para la que ha sido recuperado. El proyecto de Vázquez Consuegra se concibió con este espíritu cívico. Por eso reservó espacios para exposiciones y actos culturales dentro de la cáscara magnífica del palacio, sin que tenga que salir el presidente de la Junta, sea quien sea. Basta aprobar un buen programa de usos. Cualquier otra idea -una nueva transformación- implica un coste (por ahora indeterminado) al que habría que añadir la adaptación de la Casa Rosa. Si la máxima del PP es que los edificios simbólicos no sean para los funcionarios, Arenas debería hablar con su candidato por Sevilla -Zoido-, que quiere meter a los funcionarios del Ayuntamiento en la Artillería de Sevilla. En todo caso, si la operación de San Telmo le parece tan mal al candidato popular, convendría que censurara también a la Iglesia, antigua dueña del inmueble -por el que no pagó una peseta y que destrozó en su momento convirtiéndolo en una tenebrosa colmena de seminaristas- y principal beneficiaria del intercambio gracias al cual se construyó un seminario y se rehabilitaron un sinfín de parroquias en Sevilla. El despilfarro ha tenido muchos beneficiarios. No se olvide.

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