Francisco / Andrés / Gallardo

Sergio

Visto y Oído

17 de febrero 2015 - 01:00

SIEMPRE se habla de la queja contra el franquismo que latía en Canta y sé feliz, cuando Peret fue reclutado a la fuerza para ir a Eurovisión en 1974 porque se había librado años atrás de la mili. Más desapercibido quedó el título de la canción que mandamos en 1975: Tú volverás, mientras todo el mundo se olía que lo de Franco estaba en las últimas. El tema de Juan Carlos Calderón, spin off de Eres tú, quedó en un décimo lugar que no hacía honor a la calidad de la balada y a la voz de sus intérpretes, pero una España decadente, aislada, empezaba a rechinar. Calderón hizo el bis de Mocedades (triunfo moral dos años antes) con Sergio y Estíbaliz, pero esa historia de la joven alocada ("aquella chica sencillaaa") que el correctivo del tiempo la llevará de nuevo al abrigo de los suyos no era un mensaje vigente.

La pareja, ella con trenzas eternas y él formalito y peinadito, forma parte de la memoria de la Transición como ejemplos de una música popular almibarada, que entroncaba con lo más empalagoso de los 60. Sergio y Estíbaliz, carne de vinilo de Simago, eran sinónimo de cursi y extensión de los Uranga, ya que Mocedades fueron el pináculo del género hasta iniciados los 80. Los miembros de aquel Voces y Guitarras se reunieron en un concierto televisivo que generó un doble disco en directo con cientos de miles de ejemplares vendidos. El matrimonio coqueteó con la canción protesta y el pop en inglés hasta que en 1984 aparecieron con un reconfigurado aspecto para sus canciones de aromas caribeños como el "Cantinero de Cuba (Cuba, Cuba...)" donde Sergio, barbado, canoso y con coleta, se nos apareció como Willie Nelson y padre profético del de Puédamos. Vivieron su segunda etapa de popularidad que se remató con la evocación viejuna de El Consorcio. Sergio Blanco hacía honor a su apellido: amable, afable y simpático. Artista de Nochevieja de mazapán y peladillas, de Un, dos, tres en familia y de play backs con Moreno y Rockefeller. De una televisión remota en la que nos reconocemos y que ya nadie reconoce

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