Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Suárez

SER jefe de los espías no debe de distar mucho del cuidador de los leones en una reserva. Si además los felinos toman nota de los excesos que se hacen con aspavientos, es normal que algún día termines en el almuerzo de la manada.

A Adolfo Suárez le pasó algo parecido durante la Transición. Mientras erigía un edificio nuevo, desmontando ladrillo a ladrillo el anterior, quiso contentar a todos sin desagradar a nadie y España deglutió al ingeniero de los nuevos tiempos.

TVE, azuzando con el incensario que se instaló en el altar de Suárez desde que los problemas familiares le hicieron apartarse de la vida pública, ofrecía el viernes a las tantas un reportaje sobre su llegada a la presidencia hace 33 años, adelantándose a la miniserie hagiográfica que prepara Antena 3. El programa del equipo de Informe Semanal se centraba en el rescate de imágenes de cada comparecencia del político abulense durante sus difíciles años en la presidencia, inclusive fragmentos en la trastienda, acompañadas de retazos de los informativos y del envejecidísimo No-do de entonces, con la sazón de testimonios de colaboradores.

Suárez había estado al frente de TVE durante más de un lustro y esa experiencia le valió para dominar el medio frente a sus rivales, con topos dentro de Prado del Rey. Al lado de los zapateros y rajoyes de hoy, el ex presidente, algo envarado como correspondía al ingenuo postfranquismo, transmite una confianza y credibilidad que hace años que desaparecieron en nuestro coto político. Y no sólo Suárez, también la propia TVE, fueron claves para difuminar recelos y, salvo alguna que otra torpeza, ayudaron a construir nuestra democracia. Suárez quedó desterrado por la codicia de los rivales; y TVE quedó destrozada por la codicia de sus dirigentes que se fueron turnando de legislatura en legislatura.

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