Manos arriba

Juan De La Huerga

Un brindis por los curritos

Ala hora del vermú, dándole vueltas a la aceituna y al coco, hice un recorrido histórico de mis más de 16 años cubriendo la información del Caja en este periódico. Uno se vuelve nostálgico con los años y más aún cuando ve que en unas horas puede volatilizarse un club que lleva instalado en la ciudad cerca de 30 veranos. Quizás haya un salvador sobre la bocina, nunca mejor dicho, y ojalá ese mesías no se parezca ni en el blanco de los ojos al tal Jeffrey Meythaler y al grupo de trabajo que vino con él de la mano.

El pesimismo, cierto, ha aflorado en muchos de nosotros porque el club, muera o sobreviva con respiración asistida, no se merecía este maltrato tras una temporada agotadora, catastrófica, lamentable. En este tiempo, escribí crónicas amables, furiosas, irónicas, flojas e incluso con resaca -la Copa del Rey dio bastante juego-; muté en detective para encontrar fichajes de entrenadores y de jugadores, no siempre con fortuna; me dejaron de hablar algunos y con otros me reconcilié... Pero apenas tuvieron protagonismo los empleados, los curritos.

Hoy merecen un brindis por aguantar estoicamente cumpliendo con sus obligaciones en la pasada campaña. Por contar hasta diez, cien o mil y respirar hondo, o llorar en silencio, por las espantosa gestión y las incapacidades evidentes del nuevo propietario y de sus adláteres. Por dolerles el club por ser mucho más que un mero lugar de trabajo.

Ellos, entrenadores, delegados, utilleros, administrativos, secretarias, trabajadores de Comunicación y Marketing, médicos, fisioterapeutas... son hoy protagonistas por poner su profesionalidad al servicio del Caja sin quejas, sin aspavientos y sin rebeliones. Muchos irán a la calle si llegara un dueño que quisiera adelgazar las estructuras, pero podrán ir en paz, con la cabeza alta y muy satisfechos porque precisamente ellos no se cargaron el club. Desde aquí, mi aplauso.

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