Desde el fénix

José Ramón Del Río

El cazador cazado

12 de marzo 2009 - 01:00

RESULTA que al juez Garzón, que se ha nombrado a sí mismo para el cargo de Delegado de la Providencia Divina para asuntos terrenales, llevando sus actuaciones judiciales de uno a otro confín y sin previo examen de oficio, como es lo preceptivo, de su propia competencia para enjuiciar, le han cogido con el pie cambiado. Cuando estuvo en Estados Unidos disfrutando de una licencia por motivos de estudios, desde marzo de 2005 a junio de 2006, percibió gastos de viaje, dinero para pagar la matrícula de su hija en la Escuela Internacional de Naciones Unidas y dinero para su propia estancia. En total, dólares que al cambio de entonces equivalen a 262.000 euros. Mientras, aquí en España seguía percibiendo su sueldo de magistrado.

De ello no informó al Consejo del Poder Judicial ni, por tanto, pidió la compatibilidad de actividad, por lo que ha podido incurrir en la falta muy grave de "faltar a la verdad en la solicitud de obtención de permisos" que sanciona la Ley Orgánica del Poder Judicial. Y la denuncia no proviene de ninguno de los atacados por el celo justiciero y extravagante del juez, sino del Tribunal Supremo, que ha dictado un Auto remitiendo estos hechos al Consejo del Poder Judicial. Con esta resolución el TS archiva la querella que le había presentado un abogado, acusándole de cohecho y prevaricación por haber recibido 1,7 millones de dólares de un banco por la presentación de un ciclo de conferencias y luego archivar una causa que seguía contra esa entidad bancaria. Se defiende diciendo que no actuó de mala fe, exactamente lo mismo que le dijeron muchas personas para las que él decretó el ingreso en prisión.

La actuación de Garzón en las diligencias que instruye por una presunta trama de corrupción que afecta a alcaldes del PP y otros afiliados ha llamado poderosamente la atención de los profesionales de la Justicia. Resulta que estas diligencias estaban declaradas secretas; sin embargo, todos los días podía leerse en El País filtraciones de ellas. Como me comentaba un secretario judicial, de estas diligencias secretas no conocen más que juez, secretario y funcionario auxiliar. Inmediatamente de aparecer la primera filtración, el juez instructor debió abrir otras diligencias para averiguar quién filtraba el contenido de aquéllas. Claro es que si el filtrador es el propio juez...

Es muy probable que con sus actuaciones Garzón haya acercado al gran público la figura siempre distante de la judicatura. Pero es que esa distancia resulta muy conveniente para una buena administración de la justicia. Ojalá se volviera a conocer a los jueces, como antiguamente, por "el juez del uno" o "el juez del dos" y no por su apellido.

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