Vámonos a hacer pascuas
Antesala de quinario
Viernes último del año y, como todos los viernes, San Lorenzo convertido en un rompeolas de fe al conjuro del Señor. Caía mortecino el primer sol del invierno y por Cardenal Spínola va un reguero de personas con la meta fijada en el mismo sitio. Postrarse a los pies del Cisquero que nos observaba impresionante desde su túnica persa, esa maravilla salida de la artística imaginación del gran Juan Manuel a principios del XX. Y de esa forma presidirá el quinario hasta que en la atardecida de Reyes se le dé el pase de la firma. Pero a lo que íbamos, a cómo reluce San Lorenzo a la luz que desprende el Señor, convertido en cuenca receptora por un poder de convocatoria único. Era un viernes más, pero sin ser uno más, viernes con matices y con la casa del Señor repleta mientras continuaba el aluvión de partidarios que surgían por Conde de Barajas, por Juan Rabadán o Eslava. Mañanita soleada de invierno, vísperas de quinario y, por encima de todos nosotros, el Señor luciendo su incomparable túnica persa.
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