Luis Carlos Peris

Entre finales y reencuentros

Desde mi córner

Se la juega el Betis a mediodía y llega en la atardecida de Nervión el que cimentó el gran edificio del Sevilla

28 de febrero 2010 - 01:00

ENTREGA febrero la cuchara con un domingo en el que se dan la mano la enésima final para uno y el reencuentro con uno de los suyos el otro. Finalísima en la que garantiza mucho más la derrota que el triunfo en el caso del Betis y nueva colisión del Sevilla con Joaquín Caparrós, el auténtico artífice de un edificio espléndido, pues no hay obra que merezca la pena sin cimientos y éstos se encargó de colocarlos el utrerano. Se la juega a mediodía el Betis en Cartagena, sólo le vale el triunfo para seguir con opciones de éxito, y recibe el Sevilla en la atardecida al Athletic Club con la obligación de ganar para seguir viviendo donde vive.

Suena a reiterativo ese maridaje que se trae el Betis con las finales. Su desaplicación le está llevando a un rosario de finales que anda sacando mal que bien y la de hoy es, posiblemente, la que más se ajusta a ese carácter de definitivo. El rival de hoy, ese Cartagena que se ha mostrado como equipo revelación en Segunda, es quien marca la frontera del ascenso y nada sirve que no sea ganar. Ganar en el Cartagonova no garantizaría casi nada, sólo seguir teniendo aspiraciones de recobrar el sitio perdido, pero caer ante los blanquinegros departamentales sí podría ser una tragedia absolutamente definitiva. Podría ser, sólo eso, pero con muchas posibilidades de certeza.

Horas después, un clásico de nuestra Liga de toda la vida. Sevilla-Athletic Club, un partido que siempre llega repleto de atractivos y que hogaño acrecienta su interés con la presencia de Caparrós en el banquillo de los otrora leones. Está haciendo el equipo vasco una temporada más que digna; sobresaliente podríamos decir para el potencial de su plantilla. Sólo seis puntos por debajo del Sevilla es para que por Ibaigane se den con un canto en los dientes. Parte de favorito, lógicamente, el Sevilla pero no debe olvidarse que no hay peor cuña que la de la misma madera, esa madera en la que se modeló el indomable carácter de Caparrós, uno de los suyos.

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