Abel Veiga

No habrá rubalcabismo

la tribuna

08 de febrero 2012 - 01:00

DESAPARECIDO el zapaterismo, vaporoso y evanescente, tras doce años, el nuevo secretario general de los socialistas aseveró a escasas dos horas de la votación de los delegados que no habrá rubalcabismo. Tal vez el único ismo que ha habido en el Partido Socialista fue aquella bipolaridad que rompió internamente al partido, felipismo vs. guerrismo. Y efectivamente no habrá rubalcabismo, y no lo habrá porque su tiempo político será, en todo caso, una confrontación electoral más frente al Partido Popular. La derrota, de haberla, será el final político de esta apuesta partida del partido.

Rubalcaba transitará un proyecto, el socialista, que está por encima del aparato sólo idealmente, normalmente cooptado, estos cuatro años. Los socialistas votaron seguridad, calidad y capacidad, con miedo al vértigo ante una aspirante dominadora de la comunicación política, el marketing y el mitin estridente y gestual. Veintidós votos es un mundo o no es nada. Menos fueron nueve votos, los que apartaron a Bono. Ahora juega también la travesía en el desierto, que se hará más inhóspita si Rajoy consigue enderezar la dificilísima herencia y situación de España. Si lo hace no tendrá oportunidades.

Los socialistas han vuelto a dividirse. Ha sido una precampaña y campaña de primarias tensa, agria, dura y donde las acusaciones de presiones e imposiciones, los amagos y pasos atrás y sobre todo algunos apoyos no se han explicitado hasta la misma mañana del congreso de Sevilla. Es en la ciudad hispalense, donde el moderno socialismo se gestó y fraguó hace cuatro décadas, donde Rubalcaba ha sido ungido y espera cruzar su Rubicón. Ha ganado unas primarias cuando muchos en política repliegan las velas, y ha ganado porque ha sabido transmitir más confianza y seguridad en sus discursos sobrios y sin estridencias, ya veremos en qué queda su órdago ante la Santa Sede y ese laicismo que el socialismo predica y proclama pero no es capaz de definir, que los discursos más preparados, reiterativos y modelados con la voz y de búsqueda de aplausos de la candidata Chacón. Hace meses amagó, pero fue un cálculo, ahora jugó a fondo, pero ha perdido.

Rubalcaba, el ministro de Interior que puso contra las cuerdas a la banda asesina, el hombre de las mil fontanerías internas de Moncloa y Ferraz, no refundará nada, no hará autocrítica, no postulará nuevas vías, ni se embarcará en proyectos y derivas en las que no cree. De verbo rápido y afilado, será azote del Gobierno, pero sabrá llegar también a algún pacto de Estado. Es serio cuando toca serlo. Sus detractores le han acusado siempre de manipulador e intrigante. Él nunca se ha arrugado. Se fueron mintiendo y llegaron mintiendo, espetó a los delegados la mañana del congreso acerca del PP. Habrá batalla partidista y personal. Es un corredor de fondo, se fogueará intensamente sabiendo que cada cartucho que quema es uno menos. Es un político contra el reloj de la lógica partidista y política. Veremos sus ambiciones personales y si verdaderamente es capaz de devolver la ilusión no ya a los suyos, los fieles, los mismos que aprobaron la gestión de Zapatero con un 91% de votos en el congreso de Sevilla, síntoma inequívoco de la irrealidad en que está instalado el partido y el aislamiento de percepción que les nubla y separa de su electorado, sino a esos cuatro millones de votos que le llevaron al abismo.

Rubalcaba apostará todo al pragmatismo al corto y medio plazo. Nunca al largo. No puede permitírselo, y con él quienes le han apoyado, sobre todo algunos diputados jóvenes que arriesgaron en su apuesta. Ahora llegan los llamamientos a la unidad. Por el bien de su partido, y sin otras elecciones a la vista que las de dentro de mes y medio en Andalucía en las que se cerrará la cuadratura del círculo roto del socialismo, tiene dos o tres años por delante para recomponer un partido, devolver la ilusión, pero por encima de todo, la credibilidad a sus votantes y simpatizantes, la misma que se quebró abruptamente con el zapaterismo final. Nunca ha sido un político de partido. Ha estado al margen de las luchas y cuitas intestinas de poder dentro del partido hasta hace seis meses. Sabrá y anhelará maximizar toda la utilidad que pueda como estratega que es.

Carme Chacón sabe ahora lo que es una derrota oficial. Dicen que ha pedido no estar en la Ejecutiva ni en la dirección del grupo parlamentario. De esa misma Ejecutiva han salido antiguos ministros que la apoyaron. Es la integración, pero de la derrota. Tal vez le haya dolido y le dolerá mucho menos que la de abril pasado cuando las presiones le hicieron abortar sus pretensiones mal disimuladas. Los líderes se forjan en la adversidad. El tiempo lo dirá, sobre todo, tal y como ella apeló la mañana sevillana, hacer historia o que la historia pase de largo. La incógnita es si esa historia se llevará como un vendaval de silencios o no a Rubalcaba o el rubalcabismo que niega se instalará en esta etapa del socialismo y de España.

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