TODO empieza en el valenciano barrio de Orriols, lugar donde el Sevilla tiene la posibilidad más que posible de asaltar la Zona Champions, continúa con la obligación del Betis de ganarle a otro herido como el Valencia y se remata la sabatina con el partido de los partidos, con ese Madrid-Barça que tiene a todo el país en estado cataléptico. Es un gran sábado al que hay que diseccionar para la consiguiente prueba patológica y nos encontramos conque todo arranca en un rodeo que le es particularmente mollar a ese Sevilla que supo reencontrarse el pasado lunes con lo que debiera ser en adelante según planificación y objetivos.

No habrán regresado los futbolistas al vestuario del Ciudad de Valencia y ya estarán béticos y valencianistas piafantes sobre la alfombra heliopolitana. En cada rincón aguardará un púgil herido, ambos de consideración. Si las heridas que sufre este Betis de Pepe Mel son de importancia, las que se trae el Valencia de Londres no lo son menos. El futuro del Betis tiene arreglo, pero el que preveía el equipo Unai Emery se fue al traste en Stamford Bridge para darse de bruces con un futuro menos glamouroso, que aún hay diferencias entre la Champions y la antigua Copa de la UEFA. Por tanto, dos púgiles heridos para un espectáculo que se antoja apasionante.

Y la noche se acaba con el mayor espectáculo del mundo, con la colisión frontal entre los mejores equipos del universo, ¿o hay alguien que sea capaz de discutir tal aseveración? Tal como discurre el fútbol, no sólo el español, de ambos colosos al resto de equipos del planeta hay una distancia sideral, no mensurable por nosotros los terrícolas. El Barça de Guardiola no sabe a qué sabe perder en Chamartín y es en el coliseo de la Castellana donde se dilucida un duelo que no es, precisamente, a primera sangre tan sólo. Y la gran duda es para el fútbol según Sevilla si los de Marcelino habrán asaltado el Territorio Champions y qué habrá logrado el herido Betis ante otro herido.