La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
En tránsito
CINCUENTA años después del asesinato de Kennedy, todavía abundan las teorías que sostienen que el crimen se debió a un complot de la mafia y de los servicios secretos. En los años 60 y 70, por ejemplo, se repetía mucho que el criminal -Lee Harvey Oswald- era un agente comunista, y todo esto nos sonaba a camelo inventado por la policía para desacreditar a la izquierda y para ocultar las verdaderas razones del crimen. Además, al ser asesinado a los dos días por el dueño de un club de strip-tease, todo parecía confirmar las sospechas sobre el complot. Si habían matado a Oswald, era para callarle la boca. Aquello no tenía vuelta de hoja.
"El ser humano no soporta demasiada realidad", decía T. S. Eliot, y el asesinato de Kennedy lo demuestra. ¿Quién podía creerse a Lee Harvey Oswald, un americano que había sido marine y se proclamaba comunista? No, aquello era imposible, pensábamos casi todos. Pero lo bueno del caso es que Oswald era un americano de ideas comunistas que había sido marine -sus compañeros le llamaban "Oswaldovich"- y que incluso llegó a vivir dos años en la Unión Soviética. Pero es que la historia real de Lee Harvey Oswald es mucho más fantástica que cualquier conjura urdida por la mafia y los servicios secretos y los dueños de clubs de strip-tease. Y como el ser humano no soporta demasiada realidad, prefiere inventarse conjuras y complots en vez de enfrentarse a la verdad desnuda de los hechos y a la oscura trama del azar.
Oswald era huérfano de padre y tuvo una infancia itinerante: como un personaje de Raymond Carver, cada poco tiempo iba cambiando de ciudad y de familia adoptiva (su madre solía dejarlo con familiares). Aunque no era nada tonto, tuvo muchos problemas con los estudios. Tampoco se le conocían amigos. Le gustaba mucho leer y a los quince años se hizo marxista. Luego se hizo marine, y poco después cometió el acto más extraño de su vida: se fue a vivir a la Unión Soviética. Cuando un sorprendido agente del KGB, en Moscú, le preguntó por qué quería hacerse ciudadano soviético, Oswald le respondió con orgullo: "Por la grandeza de la Unión Soviética". Y el agente, estupefacto, le contestó con un insólito arrebato de sinceridad: "La Unión Soviética sólo es grande en literatura". Dos años después, decepcionado con la URSS, Oswald volvió a su país. Y un año más tarde, decepcionado con su trabajo aburrido en un almacén de libros escolares, decidió matar a Kennedy. ¿Por qué? Ah, eso es algo que sólo sabía Oswald y que nunca le contó a nadie.
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