La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
BREVIARIO
ME produce grima ver cómo algunos mastican la palabra libertad como si fuera un chicle. La mascan y la vuelven a mascar llenándose la boca y al mismo tiempo ejercitando los colmillos para nuevas dentelladas. En Italia Berlusconi ha echado a cajas destempladas del partido a su socio Gianfranco Fini. El partido que ambos fundaron se llama sarcásticamente Pueblo de la Libertad. Fini no ha dudado en reunir a los suyos e inventar, entre palmadas en las espaldas y abrazos, su propio grupo. Se llamará Futuro y Libertad. Será, dicen, la semilla de otro partido que quizá también se apellide Libertad. En España, salvando las distancia, la derecha clama por los rincones contra la falta de libertad. Se refiere a los toros. La abolición de las corridas, dicen, es un síntoma de la falta de libertad que ha consagrado el PSOE. A los toros suman el tabaco y los límites de velocidad en las carreteras. Toros, tabaco y coches: los tópicos más rancios del conservadurismo español. Implícitamente los detractores más enfurecidos por la decisión del Parlament reprueban las iniciativas populares, su tramitación parlamentaria y la votación consiguiente. Por salvar a la Fiesta. Todo envés tiene su cara. Y al revés. En Cataluña, gracias a la prohibición, las vacas ya no enviudan a las cinco.
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