La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Cuando el otoño de nuestra vida se ha metido en carnes, cuando creíamos que no quedaba nada nuevo por inventar en la norma que rige la convivencia, resulta que nos encontramos con la horrorosa aparición de una intolerancia insoportable. Leyendo el chaparrón de opiniones vertida sobre los sucesos de la Madrugada me quedo con una sobre todas las demás. Incide en lo que yo creo falta de educación y exceso de zafiedad que exhibe un buen número de componentes de nuestra sociedad. Pero el matiz más lúcido es que esa caterva impresentable de intolerantes sectarios vive en la creencia de que durante una semana interminable la calle es ocupada por lo que ellos más detestan, la simbología religiosa de los católicos. Y, claro, cuando llega la Madrugada ya no pueden más, explotan y agreden cuanto no les gusta. Como si ellos les gustasen a alguien...
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