asuntos sociales | acelerón municipal para la erradicación del vacie

Zafarrancho en el Vacie

  • El Ayuntamiento coordina una intervención para derribar dos chabolas más y limpiar el poblado.

  • La población se sigue reduciendo paulatinamente y no se levantan nuevas casas.

Pocos sevillanos conocen que la rotonda del Vacie se llama en realidad Glorieta de la Astrofísica. En ella convergen la calle Parque de la Sierra de Castril, que es la que viene desde el Carrefour Macarena, y las avenidas de la Tecnología y de la Ingeniería, que salen hacia el polígono Nuevo Torneo. No muy lejos está la de la Astronomía, célebre por el lío que se hizo Alfredo Sánchez Monteseirín durante su inauguración. Nada en el paisaje urbano de esta zona recuerda a astrofísicos y mucho menos a astronautas, astrónomos o astrólogos. Más bien parece un paisaje desértico, casi lunar si no fuera por el gueto que se levanta al fondo.

Desde la rotonda no se aprecian los cambios que ha sufrido el principal asentamiento chabolista de Sevilla, y de Andalucía, en los últimos años. Cualquier persona que pase a bordo de un vehículo (porque andando apenas pasa nadie) puede ver el mismo panorama de siempre: un grupo de chabolas, alguien calentándose en una candela, algún perro flaco cruzando una calle sin asfaltar, un gallo suelto y, si es por la tarde, muchos niños jugando. Si le alcanza la vista, en una de las primeras casas del poblado, según se llega desde Pino Montano, podrá leer un cartel que advierte de que "no hay culto hasta el martes". Es la pequeña iglesia evangélica que desempeña un papel fundamental en la vertebración social del poblado.

Desde fuera nada parece haber cambiado. Pero si el visitante detiene el vehículo un poco más adelante, lo aparca, se apea y se adentra en el poblado, descubrirá que el escenario es algo distinto al de años atrás, cuando los niños del Vacie tiraban piedras a los coches que pasaban por la rotonda o vivían en el poblado casi un millar de personas. La mañana del martes, por ejemplo, difícilmente habría más de cien vecinos en el asentamiento. Probablemente, muchos de los que siguen residiendo en las chabolas se habrían marchado a buscar trabajo, y los niños estaban en el colegio, pero es indiscutible que cada vez hay menos casas.

El Ayuntamiento de Sevilla ha desarrollado esta semana una operación de limpieza y derribo de otras dos dos chabolas del poblado, en las que vivían sendas familias que han sido realojadas en otros barrios de la ciudad en las últimas semanas. El Consistorio no ha querido dar información alguna a este periódico, alegando que es fundamental el secreto y la discreción para el éxito de la intervención. El Ayuntamiento sigue trabajando con el objetivo de erradicar el Vacie. Para acabar con este asentamiento y recuperar un total de 17 barrios de los distritos Norte y Macarena ha recibido una partida de 15 millones de euros de la Unión Europea. Nadie del gobierno local se atreve a dar fechas para la erradicación, precisamente porque los últimos en salir del asentamiento serán los más difíciles de sacar, los miembros de las familias más conflictivas, entre los que hay personas reclamadas por la Justicia, relacionados con el tráfico de drogas.

El zafarrancho municipal comenzó el pasado martes y en él participaron hasta cuatro departamentos municipales: los Servicios Sociales, Urbanismo, Lipasam y la Policía Local. Durante toda la semana han estado los técnicos trabajando en el asentamiento. Las casas han sido derribadas y se les permitió a los habitantes quedarse con los restos para venderlos como chatarra. Es la escena que aparece en algunas de las fotografías que ilustran estas páginas, en la que algunos de los residentes en el poblado rompen chapas a martillazos o cargan con grandes piezas de metal.

Mientras tanto, a unos metros de distancia, la operación era observada por un grupo de trabajadores de los servicios sociales. En la zona más próxima a la tapia del cementerio, varios operarios de Lipasam limpiaban los residuos acumulados. La empresa municipal de limpieza desplazó también una excavadora, para los desechos más difíciles de retirar. Junto a ellos, los trabajadores del zoosanitario preparaban sus lazos para llevarse los perros sueltos. Un vecino se quejaba entre dientes. "Se quieren llevar los perros, a ver si son capaces".

En el centro del poblado se aprecian muchos claros. Antes había casas que se han ido derribando de manera paulatina en los últimos meses. Algunas eran prefabricadas, las mejores del asentamiento. Otras eran simples chabolas levantadas con maderas y cartones, muchas de ellas, construidas por hijos de los vecinos que vivían en otras infraviviendas y que se fueron emancipando y formando sus propias familias. Varias generaciones fueron levantando sus casas así. De hecho, desde los años 30 del siglo pasado hay constancia de chabolas en esta zona de la ciudad. El asentamiento se ha erradicado dos veces, en 1961 -el año que lo visitó Franco- y en 1977, pero volvió a levantarse. En los años cincuenta llegaron a vivir casi 5.000 personas allí, como si fuera una pequeña ciudad.

En la época más reciente, el asentamiento se ha reducido a la mitad en apenas siete años. En 2009 vivían en él 908 personas. El último censo conocido, que data del 26 de febrero de 2016, refleja una población de 529 habitantes. Apenas quedan ancianos, que han ido siendo realojados, y casi la mitad de los habitantes son niños. Donde antes había casas, ahora hay bloques de hormigón. El Ayuntamiento los coloca para impedir que se vuelvan a levantar las chabolas. De esta forma se ha ido trabajando en los últimos meses, con éxito a juzgar por los resultados. El reto es muy ambicioso y queda lo más difícil, pero operaciones como las de la semana pasada se suceden con frecuencia. Con tanta discreción que es difícil ver un coche de la Policía o un trabajador de Lipasam desde fuera del poblado.

Alejados de los trabajadores municipales, una mujer permanece al lado de una hoguera, calentándose. Junto a ella hay un charco lleno de barro en el que sobresalen los restos de una muñeca rota. La mujer observa a los chatarreros llevarse los restos de la chabola derribada, y pregunta: "Oiga, ¿y a nosotros cuándo nos toca irnos del Vacie?".

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