Compartir coche levanta ampollas

Los gremios de taxistas y autobuses montan en cólera contra BlaBlaCar y Uber, unas plataformas que se encuentran actualmente en un limbo jurídico

Myriam C. observa cómo sus acompañantes de BlaBlaCar colocan las maletas en el interior de su vehículo antes de viajar a Jaén.
Myriam C. observa cómo sus acompañantes de BlaBlaCar colocan las maletas en el interior de su vehículo antes de viajar a Jaén.
Manuel Ruesga

15 de junio 2014 - 05:04

Viajar en coche nunca fue tan polémico. Madrid y Bruselas se pasan la pelota. El Ministerio de Fomento pide a la Comisión Europea que "se aclare al máximo posible el tema" del transporte alternativo; los responsables de la Agenda Digital de la Unión Europea se declaran a favor y alegan que es competencia de cada Estado solucionar el conflicto que ha estallado con los gremios de taxistas y autobuses. Los expertos tampoco consiguen aclarar del todo el asunto. La Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres vigente en España ampara a las plataformas que ponen en contacto a particulares para compartir gastos, como BlaBlaCar; mientras en el caso de Uber -donde el conductor cobra un importe acordado con el usuario y abona un porcentaje a la empresa-, se tendrían que dar varias condiciones para afirmar su legalidad: el desplazamiento del usuario tiene que coincidir con el del conductor; el importe debe de tener el único objetivo de compartir gastos; y la comisión de la plataforma se tiene que justificar como un gasto de gestión necesario para el transporte.

BlaBlaCar nació porque el tren que su fundador quería coger para volver a casa por Navidad estaba lleno. Empezó a hacer llamadas para ver si alguien entre sus amigos y conocidos iba a hacer el mismo viaje en coche, y se percató de que había muchos vehículos que se desplazaban hacia el mismo destino sin pasajeros. De ahí la idea de crear una plataforma para poner en contacto distintos usuarios y compartir los gastos de un único viaje. El sistema es sencillo. Te registras, bien como pasajero o como conductor, y explicas cuál es el día y el punto desde el que viajas y lo que cuesta el trayecto: "Llevo desde finales de 2013 utilizando la comunidad, gracias a ella he ahorrado mucho dinero. Antes eran 200 euros a la semana, ahora sólo 60", afirma Myriam C., que viaja casi todos los fines de semana acompañada por desconocidos, o ya no tanto. Además del ahorro, el aspecto social es algo que se fomenta en este tipo de redes de consumo colaborativo. Alejandro y esta joven interina de 27 años son amigos gracias a BlaBlaCar. Ambos viven en Sevilla pero viajan regularmente a Jaén en coche compartido. Otra de las ventajas que supone el uso común de coche es la facilidad de muchos usuarios para llegar a su lugar de destino, incluso acompañado de su mascota preferida: "Empecé usándolo debido a que en los autobuses no me permitían llevar a mi perra", cuenta Paula G., que lleva año y medio utilizando la plataforma todos los fines de semana para ir y venir de Huelva.

El éxito de la red social afecta en particular a los autobuses. La Federación Nacional Empresarial de Transporte de Autobús ha solicitado el cierre de BlaBlaCar, a la que acusa de intrusismo porque perjudica seriamente a los intereses de las operadores de transporte. Mientras la federación presentó hasta cinco escritos de denuncia ante distintas instancias, la empresa respondía que un coche no es competencia desleal del autobús y que ellos tan sólo "potencian la movilidad sostenible".

Una de las diferencias entre Uber (que en España sólo funciona en Barcelona) y BlaBlaCar es que la primera funciona para trayectos en una misma ciudad. La compañía actúa como una aplicación en la que los pasajeros escogen un coche para desplazarse dentro de un núcleo urbano, mientras el usuario determina con el conductor el punto de recogida exacto y paga a través de la tarjeta de crédito. Éste es el verdugo que viaja en los teléfonos móviles y tanto temen los taxistas de medio mundo. La aplicación fue el objetivo de la jornada de protestas del sector el pasado miércoles tanto en Madrid como en Barcelona, y que se extendió por toda Europa. Llamados a la huelga contra el intrusismo, el sector del taxi afirma que Uber también "pone en riesgo a los usuarios al carecer de las autorizaciones, los seguros y las garantías correspondientes". La empresa asegura que los conductores "cumplen con todas las normas locales, desde el seguro hasta la verificación de antecedentes".

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