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La buena suerte de levantarse todos los días con el pie izquierdo

  • Marta Romero no tiene dos piernas, tiene varias con diferentes colores y accesorios. Su discapacidad física no ha limitado su vida personal ni laboral y quiere pregonarlo a los cuatro vientos. Desde hace tres años es trabajadora social en Integra CEE, donde ayuda a otras personas con algún tipo de discapacidad a mejorar su situación sociolaboral

La buena suerte de levantarse todos los días con el pie izquierdo

La buena suerte de levantarse todos los días con el pie izquierdo

Marta Romero tiene 29 años, es trabajadora social y ortoprotésica. Colabora cada dos años en el Congreso Nacional Orto Medical Care en Madrid y en 2021 se proclamó campeona europea del Freakest Challeng de CrossFit. No sabe qué es estar en el paro y desde hace tres años trabaja en la Unidad de Apoyo a la Actividad Profesional de Integra CEE en Sevilla. Con este currículum está más que justificado hablar de sus logros pero, si además tenemos en cuenta que a los 18 años le amputaron una pierna, su historia vale el doble.

No es más ni menos que nadie, no se siente especial ni un bicho raro (aunque sus piernas ortopédicas de colores llamen la atención, sobre todo en verano), pero Marta es consciente de que su forma de afrontar la discapacidad y vivir felizmente con ella puede ayudar a otras personas. “Todo comenzó en una calurosa tarde de un 15 de septiembre de 2012. Iba de camino a una piscina cuando una puerta de cristal se cruzó en mi camino y se cayó encima de mi pierna derecha seccionando toda la parte posterior de la rodilla.

Marta dando una charla en un centro escolar. Marta dando una charla en un centro escolar.

Marta dando una charla en un centro escolar.

"Estuve a punto de perder la vida”, recuerda. Tras diversas operaciones y una gangrena, los médicos decidieron amputar por encima de la rodilla, “tenía 18 años cuando supe que todos los días me iba a levantar con el pie izquierdo”. Es el único recuerdo negativo que tiene Marta porque, tras salir del hospital y ver de nuevo la luz del día, su vida ha sido dura, pero positiva.

“El calor humano de familiares y amigos, ver sus caras de felicidad cuando salí del hospital me hizo entender que había vuelto a nacer, que era una segunda oportunidad y que, aunque ahora tuviera una discapacidad, nada me iba a parar, iba a disfrutar de cada segundo de esta nueva vida”. Dicho y hecho: consiguió terminar su formación universitaria como trabajadora social y ortoprotésica. Comenzó a trabajar como protésica ayudando a personas con algún tipo de amputación a seguir luchando en su día a día. “Acudía también a colegios y universidades para que conocieran de cerca qué es la discapacidad y colaboro en el Congreso Nacional Orto Medical Care en Madrid, para mostrar los avances en protésica y donde practico deporte para demostrar que no hay límites”, afirma Marta.

Seres únicos

Su vida dio un nuevo giro hace tres años, cuando comenzó una nueva andadura profesional de la que se muestra orgullosa: “Trabajo como técnica en la unidad de apoyo en Integra CEE, donde nos preocupamos por el bienestar de la plantilla (más del 90% de sus profesionales tiene algún tipo de discapacidad). De forma individualizada y desde una perspectiva holística abarcamos con ellos todas las áreas que sabemos que influyen en el ámbito laboral”. Esta intervención personalizada busca mejorar la situación actual de estos trabajadores, principalmente en las áreas de salud, unidad familiar, vivienda, redes formales e informales, ocio y tiempo libre. “Me hace muy feliz trabajar con personas guerreras que luchan a diario y me enseñan que la diversidad no es algo malo, sino que es algo que nos hace ser únicos”.

Sin esconderse

La vida es una carrera de obstáculos para cualquiera, pero para aquellas que tienen algún tipo de discapacidad supone recorrer el doble de kilómetros. Marta no vive apegada a cómo era ella antes del accidente porque “el cambio ha sido a mejor”. “Ahora soy más lanzada, menos miedosa y más consciente de mi capacidad de superación”, asegura, aunque no olvida los momentos difíciles, como colocarse la prótesis por primera vez, darse cuenta de que había olvidado cómo se caminaba en menos de dos meses, aceptar los dolores o su nuevo aspecto físico pero, “¿qué y quién es normal?”. Y es que, en estos años, ha aprendido a no esconderse. “Tenemos que mostrarnos tal y como somos, normalizar la discapacidad porque ser únicos es algo increíble. Me encanta cuando llega verano o voy a hacer deporte y enseño mi pierna robótica, es algo divertido, llamativo, que refleja mi personalidad… por eso me gusta ir con mi pierna rosa, muestra ese lado coqueto que tengo”. Sin embargo, es consciente de que su pierna verde o la especial para el agua no están al alcance de cualquiera: “Es prioritario hacer un mundo lo más sencillo posible para las personas con discapacidad, porque en sus caminos hay muchos baches, como para que se sumen otros. Cuando me pusieron las prótesis, me di cuenta de que, si quieres llevar un ritmo de vida adecuado, tienes que costearte la prótesis (las que cubre la Seguridad Social son muy básicas y no contemplan el nivel de actividad de la persona), al igual que pasa con las de deporte. Es muy frustrante, dado que es un lujo inaccesible para muchas personas, por eso hay que invertir en Sanidad”.

Marta practicando deporte. Marta practicando deporte.

Marta practicando deporte.

Marta es consciente de lo que ha logrado y lo quiere para los demás. Hoy regresa a casa cansada pero feliz. “Este trabajo es vocacional y me encanta lo que hago”. Por eso, la mejor forma de terminar de contar su historia es con una frase que repite como un mantra y que le sirve a cualquiera: “Los únicos límites son los que uno mismo se pone”.