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Anna Jonsson y Fátima Pemán | CRÍTICA DE ARTE

Doble naturaleza

  • Vale la pena desplazarse del centro de la ciudad para visitar las exposiciones, muy diferentes, de Anna Jonsson y Fátima Pemán

'La cuchara' (2021) de Anna Jonsson.

'La cuchara' (2021) de Anna Jonsson.

Como casi todo novelista y algunos artistas plásticos, Anna Jonsson (Skelleftea, 1961) habla y se expresa a través de sus personajes. Tonia Trujillo, comisaria de la muestra, ha escogido la figura del Tigre y la de Violeta la feminista para explorar los medios y modos que utiliza la artista sueca, residente en Sevilla desde 1982.

Tigre envuelto en pellejo de actor, el insulto que le dedicó un contemporáneo a Shakespeare, puede servir para elogiar la parte de la exposición dedicada a la relación de Anna Jonsson con la idea y la figura del tigre. En su exposición de 2015 en el ICAS, ya aparecía el tigre, incluso en el título de la misma, El tigre en mí. Ahí figuraba la escultura de un tigre erguido, sentado sobre sus cuartos traseros sosteniendo sobre su cabeza la diminuta figura de una mujer sentada, que asustada o quizás sorprendida trata de ocultar su desnudez. Pero no es fácil señalar la relación de Anna Jonsson con el tigre. En cualquier caso, en los dos últimos años, el trato con el tigre ha crecido en cantidad e intensidad: identificado como fuerza creadora, el tigre parece salido del poema de William Blake, ese incendio reluciente, inconcebible por el poeta que se pregunta ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo forjar tu terrible simetría? Tigre que Anna Jonsson busca utilizando las esculturas en terracota, los bordados, la pintura y los objetos intervenidos para proponerlo como inmenso juguete de peluche o tienda una gran alfombra a sus pies; para que persiga su idea y se deje arrastrar, que se acueste y sueñe con el hermoso animal -aun a riesgo de sufrir las pesadillas que también el acto creador comporta-, y hasta hace que nazca de su vientre, como ocurre en Me parto, una mujer en el momento de parir, tema recurrente en Anna, pero en esta ocasión el tigre que le impulsa a crear es parido en la obra de creación.

'A muerte' 2021, de Anna Jonsson. De su serie sobre Violeta la feminista. 'A muerte' 2021, de Anna Jonsson. De su serie sobre Violeta la feminista.

'A muerte' 2021, de Anna Jonsson. De su serie sobre Violeta la feminista.

Otro personaje habitual en Anna Jonsson es el que ocupa toda la parte baja de la sala, Violeta, la idea más o menos arquetípica de una feminista. Ella que es indudablemente, toda su obra lo dice, feminista; lo es a su manera, una manera en la que es fundamental el humor y hasta el cachondeo. Violeta aparece sobre todo en los vídeos que se comprometió a hacer anualmente para estrenarlo cada 8 de marzo. Pero no sólo no cumple su propio compromiso, sino que puede que entregue dos o tres en el mismo año. Vídeos muy cortos, sketches de humor absurdo, realizados sin mucha preparación y utilizando a miembros de su familia para no perder espontaneidad y hacer más efectivo el humor que dispara el debate sobre las actitudes feministas. Objetos que utiliza en los vídeos y fotografías de buen tamaño de los diferentes vídeos completan la zona de Violeta, la feminista que actúa, la actriz envuelta en la piel del tigre violeta.

Fátima Pemán

Otra es la naturaleza de las obras que Fátima Pemán (Jerez de la Frontera 1970) presenta en el espacio dependiente de la Fundación de Cultura Andaluza. Considerada hasta ahora como una pintora abstracta, presenta unos cuadros de vistas de los paisajes en los que vive desde hace mas de un lustro; parajes y rincones de la sierra de Aracena, centrados en el entorno de Valdelarco. Como los senderos boscosos que retrata, los cuadros recorren ese camino de ida y vuelta de la abstracción a la figuración con el paisaje como eje, aunque ella misma no considera que haya diferencias: "Tanto si pintamos abstracto como si lo hacemos figurativo, componemos con el lenguaje visual, un lenguaje que solo se aprende percibiendo la naturaleza y transcribiéndola al lienzo".

'Pinos en el Barranco', 2020, cuadro de Fátima Pemán. 'Pinos en el Barranco', 2020, cuadro de Fátima Pemán.

'Pinos en el Barranco', 2020, cuadro de Fátima Pemán.

Hasta ahora se había mostrado reticente a enseñar sus obras figurativas que siempre ha realizado como ejercicio de aprendizaje: la naturaleza es la maestra, la que no solo proporciona sustento anímico sino que, en el caso de la pintura, educa la mirada. Ahora parece que se ha otorgado permisividad a esos ejercicios que se nos aparecen como obras plenamente resueltas. Es cierto que el tratamiento de las superficies tiende al esquematismo, primando más el peso y el equilibrio de las masas de color que la definición referencial de los accidentes del terreno y la vegetación.

Fátima Pemán demuestra en estas obras su capacidad de lectura y análisis de la naturaleza. Los elementos del paisaje están tratados como formas visuales, tan cerca de lo especifico como de lo general, formas que actúan como signos de una gramática pictórica que nos recuerda una vez más aquella sentencia de Maurice Denis de que "antes de ser un caballo, una mujer desnuda o una anécdota cualquiera, un cuadro es esencialmente una superficie plana cubierta de colores reunidos con cierto orden". Ese orden Fátima Pemán lo estudia contemplando la naturaleza, de la que abstrae formas y colores en una operación que en algunos casos recuerda los paisajes pintados tras la II guerra mundial en París por Nicolas de Staël, obras en la frontera de lo figurativo y lo abstracto.

'Botella reciclada' de Fátima Pemán con grafía que remite a culturas primitivas. 'Botella reciclada' de Fátima Pemán con grafía que remite a culturas primitivas.

'Botella reciclada' de Fátima Pemán con grafía que remite a culturas primitivas.

Fátima Pemán no engaña, es generosa y didáctica: en uno de los cuadros más atractivos de la exposición, Pinos en el barranco, nos enseña su método de análisis, deteniéndose y completando la obra sin recurrir a la definición realista del motivo. No necesita perderse en amplias vistas y escoge parajes cercanos tanto en el encuadre como en su vida cotidiana, parajes que conoce bien y por los que transita habitualmente. Pero huye del pintoresquismo; elige los enclaves y los momentos que le aportan variedad y dinamismo, el resto es un ejercicio de veracidad pictórica, en el que el compromiso con el modelo de la naturaleza se resuelve en clave de armonía sinfónica, hablar de y con la naturaleza con el equipaje de la pintura.

En la sala se muestran también, como queriendo demostrar la variedad del lenguaje pictórico, algunos dibujos abstractos en blanco y negro, situados a medio camino entre el automatismo surrealista y el atavismo de las culturas primitivas, que en una serie de botellas decoradas con este tipo de grafía ocupan todo el espacio de la misma: desplazamiento típico surrealista, el contenido del objeto botella es la superficie.

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