LA BESTIA Y EL ALMA | CRÍTICA

Mientras dura el encierro

  • Los hermanos Rosado Garcés citan a Xavier de Maistre en una breve pero sustanciosa muestra en la galería Alarcón Criado que hace pensar

Vista general de una sección de la muestra en Alarcón Criado.

Vista general de una sección de la muestra en Alarcón Criado.

Finales del siglo XVIII, 1794, un militar saboyano interviene en un duelo. Procesado, lo condenan a cuarenta y dos días de prisión domiciliaria. Xavier de Maistre (Chambery, Reino de Saboya, 1763-San Petersburgo, 1852) deberá permanecer encerrado, confinado, si prefieren, durante seis semanas. A consecuencia del forzado encierro escribe Viaje alrededor de mi habitación. Sobre este texto trabaja esta exposición de los hermanos Rosado Garcés (San Fernando, Cádiz, 1971).

Unas palabras previas sobre Xavier de Maistre. Militar, abandona Saboya ocupada por Francia y se exilia en Rusia donde ingresa en el ejército y al abandonarlo malvive como pintor de paisajes y retratista. Su vida cambia cuando llega a la corte del Zar su hermano Joseph de Maistre, destacado reaccionario (decía que la institución más importante del Estado era el verdugo) pero en ciertos aspectos clarividente. Ejercería notable influencia sobre Baudelaire. Xavier de Maistre recupera su identidad de escritor en 1825: al regresar a Francia, advierte el interés que han despertado sus obras.

Viaje alrededor de mi habitación es un texto breve e irónico. Se burla de la mentalidad clasicista, de los ilustrados y su admiración por la ciencia y a la vez ridiculiza los excesos sentimentales y la misma idea del viaje romántico. Situado entre dos épocas, Xavier de Maistre asigna a cada una mandobles de su crítica. Entre esos rasgos de humor, la sarcástica referencia a la oposición entre el alma y la bestia.

'El vacío'. 'El vacío'.

'El vacío'.

Estas dos palabras las toman los Hermanos Rosado Garcés para titular su exposición, cuya conexión más clara con el texto de De Maistre es la reclusión, el encierro. Por lo demás, pocas piezas pero potentes. Así, la titulada El vacío. Los autores han fabricado una especie de enrejado que simula un tabique del que han desaparecido los ladrillos, las rasillas. La escultura es una figura, una imagen que se presta a múltiples lecturas. ¿Es un deseo de fuga que desde el encierro borra las piezas del muro o un símbolo de un temor de quien se sabe vulnerable al exterior? ¿Deseo de transparencia, afán de comunicación, siempre ordenada, como sugieren las cuadrículas? ¿Miedo a que se infrinja la privacidad o al contrario, deseo de derribar muros? Es una de esas metáforas brillantes porque disparan la imaginación e impulsan la inteligencia.

'Encajados'. 'Encajados'.

'Encajados'.

Encajados es otra obra afortunada. Con la escayola o el cemento aún fresco, los autores hunden (se supone) brazos o piernas en ese material y los dejan así marcados en él. Después subrayan con pintura los huecos que han quedado sin que el pigmento llegue a ocultar las huellas de la piel que han quedado marcadas. La intención es clara aunque el alcance de la imagen no se entrega a una fácil univocidad. Me interesó sobre todo la idea de espacios marcados por el cuerpo. No hace falta recurrir al confinamiento para reflexionar sobre hasta qué punto y cómo dejamos en nuestro entorno las huellas del cuerpo, modelamos día a día ese espacio que nos rodea y al que otorgamos nuestra forma (a la vez que ese mismo entorno deja sus rasgos en nosotros). Recuerdo en una dirección parecida la obra de la escultora británica Rachel Whiteread que, al contrario que los Hermanos Rosado, cerraba el vacío. Una gran pieza era el molde del despacho de George Orwell en la BBC durante la II Guerra Mundial.

Otra obra a destacar es Dos manos y cuatro piernas. Es un ejercicio de la memoria de los artistas: una pieza hecha hace ya tiempo, sobre la que se vuelve otra vez, no necesariamente por el tedio de los días de encierro sino puede que para cambiarla de sitio, comprobar algún aspecto. Incluso puede ser un retorno movido por la memoria involuntaria. Sea de ello lo que fuere, la obra recoge la antigua escultura, fragmentos policromados de la pierna izquierda y la derecha, y añade a cada uno una mano en escayola blanca y al lado un pie. Menos sutil que las obras anteriores, hay en esta, sin embargo, una nueva alusión al cuerpo y una de esas figuras imposibles que nuestra cultura aprendió a valorar a instancias del surrealismo.

La exposición se completa con una amplia sucesión de fotografías (de nuevo la memoria) y una obra de la que creo haber visto alguna variable en los mismos autores, Cañería. A primera vista es una construcción geométrica de buen tamaño que está compuesta de tubos, de cañerías. Sus dimensiones son equivalentes a los necesarios para la instalación de aguas de una vivienda. La pieza, de este modo, lleva a la luz lo que carece de figura y aun de nombre pero es imprescindible para la vida nuestra de cada día.

La muestra es breve pero sustanciosa. A fuer de sincero, debo decir que no veo demasiada relación entre el texto de Xavier de Maistre y las obras, pero éstas satisfacen, despiertan la fantasía y hacen pensar. No es poco.

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