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Crítica 'El artista y la modelo'

Imitación a la vida

El artista y la modelo. Drama, España-Francia, 2012, 100 min. Dirección: Fernando Trueba. Guión: F. Trueba y Jean-Claude Carrière. Fotografía: Daniel Vilar. Intérpretes: Jean Rochefort, Aida Folch, Claudia Cardinale, Chus Lampreave, Götz Otto, Christian Sinnigier.

Con el paso del tiempo, el cine de Fernando Trueba ha abandonado la urgencia o la frescura del presente, la disolución de una cinefilia primigenia en una voz generacional propia, para ir decantándose poco a poco por el refugio en la distancia de la Historia o el homenaje como estrategias para una nueva forma de qualité ilustrada de corte más ligero y autoconsciente.

Ya se trate de reconstruir La Habana feliz de los 50 a través de la animación (Chico y Rita) o de revisitar el paso fronterizo franco-español en los estertores de la segunda Guerra Mundial (El artista y la modelo), Trueba parece necesitar un alejamiento del presente y una reelaboración de estéticas de referencia para ponerse a salvo y fabular así sobre los grandes temas de la vida, que son ahora, cada vez más, los grandes temas de la literatura, el arte o el cine de los grandes maestros.

El artista y la modelo se reviste de un blanco y negro suave y luminoso para esbozar un hermoso e íntimo duelo de cámara y miradas en plena naturaleza, a la manera renoiriana o de cierto realismo poético, entre un escultor y dibujante anciano (Jean Rochefort) y una joven española (carnal Aida Folch) quien, huyendo del franquismo, va a parar al pequeño pueblo francés donde éste vive con su mujer (Claudia Cardinale) y su asistenta (Chus Lampreave).

Trueba filma con elegante distancia, pudor y mesura esta relación entre cuerpos, edades y sensibilidades buscando una suerte de canto hedonista a las enseñanzas de la vida (contemplativa, tranquila, reposada, esencial) mientras la Historia golpea de fondo materializada en la visita de un mando del ejército nazi que a la postre resulta ser un hombre sensible, y en la llegada de un joven maqui que se refugia en la casa.

Sin música, con una cadencia propia, atenta siempre al juego de miradas, detalles, relatos y silencios entre sus dos protagonistas, El artista y la modelo pudiera emparentarse con esa gran obra sobre el lento y doloroso proceso de toda creación que es La bella mentirosa, de Rivette, si no fuera porque Trueba no se atreve del todo a podar aún más su árbol hasta dejarlo en el tronco más despojado, que no es otro que el de la confrontación de la belleza física del mundo y su irremediable destino finito.

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