Personal y emocionante western que confirma el talento de Mortensen en la dirección

HASTA EL FIN DEL MUNDO | CRÍTICA

Viggo Mortensen dirige y protagoniza la cinta.
Viggo Mortensen dirige y protagoniza la cinta. / D. S.

La ficha

***** 'Hasta el fin del mundo'. Western, EE UU, 2023, 129 min. Dirección: Viggo Mortensen. Guion: Viggo Mortensen. Fotografía: Marcel Zyskind. Intérpretes: Vicky Krieps, Viggo Mortensen, Garret Dillahunt, Lance Henriksen, Danny Huston, W. Earl Brown, Solly McLeod, Shane Graham.

Como director, Viggo Mortensen tiene una rara capacidad para salirse de su tiempo sin incurrir en la revisión nostálgica, como si lo abandonara para regresar a él trayéndose estilos, temas o modos del cine de otros tiempos que él rehace de forma muy personal adaptándolos, no a lo que el presente exige, porque no se trata de revivals o aggiornamentos, sino a lo que esos referentes sugieren a su sensibilidad o creatividad para contar historias de sabor clásico y alma moderna desde una perspectiva emocional y creativamente sincera. Falling (2020) era y no era un melodrama clásico despellejado de toda corrección o censura a la vez que era y no era un drama moderno en el que Mortensen (como actor) podía ser el Newman (sin Taylor de tapadera) y Lance Heriksen el Burl Ives de una brutal revisión de La gata sobre el tejado de zinc; o podía ser el recto y vulnerable Clift de Río Rojo, citada en ella, enfrentado a un Wayne mucho más brutal y demente.

En su tardío debut como director con esta película el gran actor, que también es poeta, fotógrafo, músico y pintor, logró sorprender y admirar a partes iguales. Ahora vuelve a hacerlo porque Hasta el fin del mundo es lo opuesto a Falling en todo salvo en una cosa: la revisitación del legado del cine americano -en este caso su corazón trágico y épico: el western- para traerlo, no al presente actualizándolo obedeciendo a la moda y la exigencia del público, sino a su presente, es decir, a su universo propio de intereses creativos, emocionales e ideológicos.

Todos los elementos del western clásico y moderno (por tal me refiero al de los años 50 y 60 con el epílogo marcado por Eastwood) están presentes. Una mujer fuerte e independiente con antiguas heridas y sueños no cumplidos que afronta, por amor a un hombre íntegro, la dura pero limpia vida de los pioneros en el Oeste. Un pueblo sometido a un alcalde corrupto. Un ranchero todopoderoso con un hijo desquiciado. ¿Habremos visto westerns trenzados con estos mimbres? ¿Habremos visto mujeres fuertes e independientes -una de las muchas tonterías que se han dicho de este género es que carece de personajes femeninos fuertes- interpretadas por Jane Darwell, Irene Richt, Mildred Natwick u Olive Carey por referirme solo al universo Ford? ¿Habremos visto alcaldes (y sheriffs, y jueces) corruptos que dominan un pueblo? ¿Habremos visto rancheros despóticos con hijos tan pasados de rosca que hacen buenos a sus padres? ¿Habremos visto mujeres solas -porque su maridos están ausentes- que han de enfrentarse a ellos y sobrevivir solas? Pues todos estos elementos están aquí presentes. Pero no como citas, guiños o nostalgia. Están presentes con naturalidad, como exigencias de la historia ancladas en referencias que ya son textos-fuentes.

Quienes amamos el género podemos percibir ecos de El último tren de Gun Hill, El fuera de la ley o Sin perdón entre otras muchas películas. Pero sin servidumbres y tampoco sin pretender actualizaciones oportunistas que deformen las fuentes clásicas. Estamos hablando de creación de una obra profundamente personal. Mortensen -sirviéndose de un excepcional montaje no lineal que salta en el tiempo y de una soberbia dirección fotográfica del inglés Marcel Zyskind que da toda la fuerza dramática al paisaje que exige el género, a la vez que toda la delicada ternura que algunos rostros requieren- crea una conmovedora historia de amor y resistencia, llena de ternura sin blandura, de sentimiento sin sentimentalismo, de limpieza moral de unos y turbiedad de otros sin simplificaciones maniqueístas, poniendo a su protagonista femenina -extraordinaria interpretación de Vicky Krieps- en su centro, rodeada por unos igualmente perfectos Mortensen, Garret Dilahunt, Danny Huston, W. Earl Brown y el siempre inmenso Lance Heriksen. Creo que no lo hace por seguir modas políticamente correctas, sino por convicción: la inspiración de la película es su madre, a la que está dedicada. La protagonista es personaje entroncado con las mujeres fuertes fordianas que podría decir lo que en Centauros del desierto responde la señora Jorgensen a su marido cuando, vencido, quiere abandonar su pequeño rancho: "Algún día será un agradable lugar para vivir. Puede que hagan falta nuestros huesos para que eso ocurra".

Moderna y clásica, apasionada y serena, dura y tierna, poética y realista, discreta en su contundencia y poderosa en su modestia, Hasta el fin del mundo es un auténtico western -lo que es mucho decir en los tiempos que corren- y una gran película que no se da aires de pretender serlo, además de confirmación del gran e independiente y personal talento como director de Viggo Mortensen.

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