La noche del 4 al 15 | Crítica

Almanaque de efemérides

  • Periférica publica 'La noche del 4 al 15', una suerte de almanaque universal, cuya intención es la de negar, humorísticamente, el curso providencial o intencionado de la Historia 

Imagen del escritor francés, nacido en 1973, Didier da Silva

Imagen del escritor francés, nacido en 1973, Didier da Silva

La noche a la que se refiere el título es aquélla en que el papa Gregorio XIII cambió el viejo calendario juliano para ajustarse mejor al año astronómico y a la tediosa marcha de las estaciones. Dicho ajuste, por otro lado, exigía la supresión o el adelanto de unos días, para acompasar los asuntos de la cristiandad con las esferas celestes. Es, pues, esa noche que va del 4 al 15 de 1582 -noche, en realidad, inexistente- la única en la que los anales del mundo no recogen cambio ni prodigio alguno. El resto del tiempo, como parece obvio, se halla balizado por acontecimientos de toda índole, y cuyo orden y naturaleza -natalicios, decesos, batallas, accidentes, etcétera-, no sirve a un fin aleccionador o sobrehumano, sino al mero divertimento del autor.

los nombres y hechos que se agolpan en las celdas de este particular almanaque vienen gobernados por el azar

Un divertimento escéptico, con mucho de fantasmagoría barroca (piénsese en La hora de todos de don Francisco de Quevedo, pero sin el peso la Providencia), cuya lejano modelo acaso lo encontremos en las caricaturas de Sebastian Brant y su Nave de los locos, ya sin el carácter moralizante que la impulsaba. Al contrario, los nombres y hechos que se agolpan en las celdas de este particular almanaque de Da Silva, prologado, no en vano, por Echenoz, vienen gobernados por el azar y un destino paradójico que parece burlarse de las inquietudes humanas. El mismo día en que Cristóbal Colón tomaba posesión de las Indias Occidentales, moría en Borgo San Sepolcro el pintor Piero della Francesca, cuyos conocimientos geométricos habilitarían, en buena medida, el cálculo y la medición del mundo moderno.

Ése es el tono, entre jocoso y fúnebre, con el que Da Silva agrupa y discrimina hechos, hasta dejar temblando, sobre la cordelería del tiempo, la estampa desguarnecida y cómica del ser humano. Un ser humano que comparece al juicio mayor de la casualidad y el arbitrio, y cuya sola voluntad compone este almanaque, íntimamente, fatalmente descompuesto.

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