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30 AÑOS DE SU DOCTORADO HONORIS CAUSA

El renacer del iberismo cultural a través de la figura de José Saramago

  • La Universidad de Sevilla y el consulado de Portugal estrechan los lazos entre ambos países con motivo del centenario del Nobel

Vitorino (1942), leyenda de la música popular lusa, en el Consulado general de Portugal.

Vitorino (1942), leyenda de la música popular lusa, en el Consulado general de Portugal. / Juan Carlos Vázquez

El Paraninfo de la Universidad de Sevilla y el Consulado general de Portugal son los escenarios en los que se desarrollan las jornadas literarias sobre José Saramago que, en el 30 aniversario de su doctorado honoris causa, inauguraron ayer oficialmente el rector, Miguel Ángel Castro; João Queirós, cónsul general de Portugal en Sevilla; Pilar del Río, presidenta de la Fundación Saramago, y el catedrático Javier Pérez Royo, ex rector de la institución en 1991, cuando se produjo el nombramiento.

Una de las ideas que remarcó este simposio coordinado por Antonio Molina Flores, y que se reanuda hoy a las 10:00 en el Paraninfo con la conferencia de la escritora Lídia Jorge, es la vigencia moral y literaria de Saramago, su absoluta actualidad en el centenario de su nacimiento. "Saramago siempre fue él mismo, una muy buena persona que se consideraba un escritor y no un intelectual, que también lo era, pero creía que su pensamiento sería más accesible si no se le colocaba en una situación profesoral. Para él el deber de un escritor era también intervenir en la vida política de su tiempo dando opiniones", valoró en su conferencia inaugural el ex ministro de Cultura César Antonio Molina, admirador de sus novelas y obras teatrales, que reseñó como crítico literario, y de su "muy buena" faceta polemista en los periódicos.

César Antonio Molina impartiendo la conferencia inaugural en el Paraninfo. César Antonio Molina impartiendo la conferencia inaugural en el Paraninfo.

César Antonio Molina impartiendo la conferencia inaugural en el Paraninfo. / Universidad de Sevilla

El autor gallego dedicó su intervención a analizar cómo José Saramago atendió las relaciones entre España y Portugal a lo largo del tiempo, "y ese estado de melancolía en el que los dos países vecinos entraron a finales del siglo XIX, llamado iberismo". Tanto España como Portugal compartieron en el tránsito al siglo XX la sensación de fracaso por, entre otros factores, la crisis colonial y monárquica. "Ambas naciones se veían aisladas, huérfanas y manipuladas por otros imperios coloniales que nos habían sucedido de alguna manera", resaltó el ponente. Ese ánimo invadió el pensamiento y la escritura de los autores a ambos lados de la frontera, como ocurrió con la generación de Antero de Quental, Eça de Queiroz y Oliveira Martins en el caso portugués; de los de este lado, Molina se centró en Unamuno, Baroja, Ortega y Gasset, Valera, Valle-Inclán, Emilia Pardo Bazán, Ramón Gómez de la Serna, Carmen de Burgos o Leopoldo Alas Clarín, que propuso la creación de una Liga Literaria Hispano-Portuguesa como instrumento de comunión entre los pueblos.

Para Saramago el deber del escritor "era también intervenir con opiniones en la vida política"

Aunque a comienzos del siglo XX la democracia y la federación fueron los argumentos recurrentes para dar respuesta a la crisis común peninsular, el iberismo que le interesó a José Saramago "no tenía que ver con el federalismo político sino con la idea de crear una comunidad cultural entre ambos países", un anhelo que favoreció la integración en la Unión Europea.

Así lo explicaba el propio Saramago en un texto suyo inédito que leyó Molina, y donde comenzaba recordando que "fui instruido en la firme convicción de que mi enemigo natural era, y siempre habría de serlo, España. No atribuíamos demasiada importancia al hecho de que nos hubieran invadido y saqueado los franceses, y que los ingleses, nuestros aliados, nos hubieran humillado (…). Sólo el rencor al castellano, sentimiento en el que fuimos infatigables a lo largo de los siglos, nos ayudaría, por el rechazo y la contradicción, a consolidar nuestra propia identidad nacional". "Ese sistema organizado de malquerencias", añadía, no le impidió interesarse muy de cerca por la cultura española, en especial por la literatura y la pintura, "y sentir curiosidad por saber qué pensaban los españoles de sí mismos, y de unos y otros".

Joao Queirós, Miguel Ángel Castro y Pilar del Río. Joao Queirós, Miguel Ángel Castro y Pilar del Río.

Joao Queirós, Miguel Ángel Castro y Pilar del Río. / Universidad de Sevilla

En su concepción abierta de los hechos peninsulares, defendía que "no iremos muy lejos si escogemos soluciones que nos lleven a olvidarnos de América Latina, para cuya formación los pueblos ibéricos llevaron lo mejor y lo bueno y lo malo que tenían".

Saramago juzgaba el iberismo como un "hermanamiento cultural de los escritores de uno u otro lado" que enseñaría a convivir pacíficamente, y propuso "la reinvención de un iberismo nuevo para que ingresáramos en Europa con fuerza y poder de influencia, aunque descartaba una fusión económica y política porque no tendría el sentido de antes mandando ya Bruselas", desarrolló César Antonio Molina.

El iberismo de Saramago, como mostró en 'La balsa de piedra', nunca se olvidaba de América Latina

El colofón de esa utopía ibérica de Saramago es su libro La balsa de piedra, donde habla de la separación física de la Península, que se encamina a su unión con la América común. "A diferencia de la Utopía de Tomás Moro, que no se localiza en ningún lugar y tiempo, Saramago ubicó la suya en el presente para proponer la creación de un hombre ibérico que propende al encuentro del mundo cultural que les es común, y defender además el viaje como forma de combatir el sedentarismo físico e ideológico", prosiguió el ponente.

Molina concluyó su conferencia proclamando que "tenemos la obligación de seguir manteniendo este iberismo cultural, esa llama viva de conocimiento entre escritores españoles y portugueses, porque las cosas que nos puede separar son superables formando parte de un todo común en el que hay cosas más importantes que nos identifican".

Antonio de la Torre a su llegada al Consulado de Portugal, donde recitó textos del Nobel. Antonio de la Torre a su llegada al Consulado de Portugal, donde recitó textos del Nobel.

Antonio de la Torre a su llegada al Consulado de Portugal, donde recitó textos del Nobel. / Juan Carlos Vázquez

La presencia de mujeres fuertes en la obra de Saramago, con un brillante análisis a cargo de Mercedes de Pablos y Pilar del Río de heroínas como Blimunda (Memorial del convento), María Magdalena (El evangelio según Jesucristo) y la esposa del médico (Ensayo sobre la ceguera), fue otro momento destacado de una intensa jornada académica que concluyó en el consulado de Portugal con el recital de textos de Saramago a cargo de dos magníficos intérpretes de ambos países: el veterano cantante Vitorino y el actor malagueño Antonio de la Torre. Iberismo y arte en estado puro. 

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