El Barça-Enríquez sólo dará ruido

Desde mi córner

Entre prescripciones y la experiencia de que esos asuntos suelen ir a la papelera, punto final

DOBLE contra sencillo a que el escandaloso caso que liga al Fútbol Club Barcelona con el árbitro retirado José María Enríquez Negreira no pasa del ruido. Por lo pronto no hay constancia por escrito de esas presuntas mordidas, que es lo que siempre ha pasado en cuestiones que competen a ambas partes, Barça y árbitros, y la vida no ha hecho más que demostrar que esto es tal que así, sea cuando sea o haya sido su perpetración.

Estábamos en los comienzos de los setenta cuando el tufo de corrupción arbitral había adquirido dimensiones muy importantes. La figura de un árbitro madrileño en ejercicio era el centro de atención de los investigadores. Bajito y calvo el trencilla, se decía que tenía una red de colaboradores con tentáculos por toda la piel de toro. Por ejemplo, su hombre en Sevilla era un colegiado que nunca llegó a Primera División, pero que tenía fama de hacer y deshacer a su antojo.

La cosa creció y en plena época de halcones y palomas, la llegada de José Plaza a la jefatura arbitral se hacía bajo el convencimiento de que haría una limpia ejemplar. Por cierto, Plaza era el hombre que el Domingo de Ramos de 1966 en La Rosaleda mandaba al Betis a Segunda mediante gol de Otiñano con el tiempo ampliamente cumplido, falta al portero y en fuera de juego. Tal fue que Eusebio Ríos llevó a Plaza hasta el centro del campo cogido por el pescuezo sin problema alguno.

La llegada de Plaza propició el ascenso de árbitros como Ramos Marcos, Pes Pérez o un tal José María Enríquez Negreira, el hombre que hogaño vive una triste celebridad. ¿En qué quedará su presunta vinculación con el Barça? Pues en nada, ya que entre las prescripciones y la experiencia adquirida en asuntos blaugranas nos maliciamos que no pasará del ruido. O es que ¿no sabe usted que el Barça es el ejército no armado de los Países Catalanes? Ruido y punto, ya verá.

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