Entrevista a Juan Antonio Corbalán

“Hay que ser un buen base en la cancha, pero también en la vida”

Juan Antonio Corbalán.

Juan Antonio Corbalán. / M. G.

Desde pequeño aprendió a compaginar el estudio con una carrera que le llevó a ser plata de unos Juegos Olímpicos o enfrentarse a Michael Jordan, todo ello en un país que pasaba de ser una dictadura a una democracia. Ahora, Juan Antonio Corbalán (Madrid, 1954) presenta en Sevilla su libro Eso no estaba en mi libro de historia del baloncesto para mostrar la parte más emocional de este deporte.

–¿Cómo se consigue compaginar una carrera que requiere tantos años y esfuerzo como la medicina con una carrera deportiva en la élite?

–Comencé a estudiar en mi colegio y a entrenar desde niño, desde los 8 o 10 años entrenaba ya como seis horas a la semana y luego jugaba los fines de semana. Para mí la universidad no supuso un elemento muy distinto, un punto de inflexión en mi vida, seguía haciendo exactamente lo mismo, que era estudiar y divertirme jugando y luego jugando como un profesional, pero en definitiva haciendo lo mismo. Es verdad que renuncié a muchos momentos, pero fue un tiempo muy aprovechado en lo que era esencial: estudiar y entrenar.

–Tácticamente, mucha gente comenta ahora que cada vez se juega con menos jugadores interiores, al menos lo que entendíamos por pívot. ¿Está de acuerdo con este tipo de afirmaciones?

–Sí, jugar con alguien muy alto y que estuviera debajo del aro te daba una capacidad de rebotear y era una posibilidad enorme también en ataque. Lo que sucede es que el perímetro ha ido creciendo mucho y ya los jugadores no miden solamente 1.80 como medíamos en nuestra época, sino que ahora ya son jugadores de más de dos metros muy polivalentes, que votan bien el balón, que saben pasar y que tiran muy bien. Además hay una nueva norma: el hecho de que el árbitro no tenga que tocar el balón cuando se está en el campo para realizar el saque y ponerlo en juego, que facilita mucho el juego rápido, creo que es una magnífica medida.

–También hay una corriente de opinión bastante habitual: en la NBA no se defiende. ¿Está de acuerdo? Sobre todo porque hay mucha gente que afirma sentirse más cómoda viendo un partido europeo, en el que la puntuación final puede ser la que se da en el descanso de cualquier partido americano.

–Mira, yo no soy un gran seguidor de la NBA, no veo partidos, me parecen excesivamente aburridos, reiterativos, iguales y en algunos casos soporíferos. Los equipos NBA están hechos para potenciar a una estrella y estos jugadores pueden hacer prácticamente todo repetido una y otra y otra vez. A mí me parece que el baloncesto europeo es mucho más táctico, es un baloncesto que te obliga a expresar más tus capacidades generales psicomotrices.

–Una de las cosas que más ha sorprendido de su nueva obra Eso no estaba en mi libro de historia del baloncesto es cuando habla de ser un buen base, pero también en la vida.

–Hay que ser un buen base en la cancha, pero también en la vida. En baloncesto, el papel del base ha cambiado, no solamente el de los jugadores altos. Ya no hay un base que está especializado en ser un organizador como en nuestra época, ahora casi todos los jugadores cogen un balón, salen pitando para adelante, votando en exceso y se pierden muchísimos balones. Pero es verdad que el base era como una persona que tenía que estar en misa y repicando, tenías que jugar y guardar la ropa de tus compañeros, tenías que intentar sacar ventaja, pero ver la mejor situación y la mejor ventaja de tus compañeros. Era como alguien donde empezaba todo y acababa todo, además también tenías la obligación de ser la prolongación del entrenador dentro del campo, algo que ha cambiado bastante en el baloncesto actual. Pero es cierto que en la vida tienes que hacer algo parecido, no es solamente trabajo, familia, amigos, la vida está llena de variables, contradicciones, situaciones inesperadas… En definitiva, la vida está llena de movimientos y de un aumento permanente de la complejidad y analizar todo eso como un base es importante.

–He oído hablar algunas veces de fortuna respecto al hito cosechado en Los Ángeles 84. ¿Cuánta cota de responsabilidad tienen los Corbalán, Iturriaga, Martín Romay, Epi y el resto del equipo en la etapa dorada que ha vivido el baloncesto español este siglo?

–Bueno, pues tenemos un poquito, es decir, nosotros aportamos un granito de arena a seguir construyendo el camino. Cualquier generación en el baloncesto y en cualquier otra cosa camina sobre un suelo que fueron preparando y colocando las generaciones anteriores. Fuimos la parte última de este albero que cubre todos los caminos.

–¿Qué le llevó a atreverse a dar ese primer paso con la escritura del primer libro ya relacionado directamente con el baloncesto El baloncesto y la vida: recuerdos para el futuro?

–Mucha gente cree que es como una biografía y no es tanto una biografía como sí la crónica de un chaval de 15 años al que le tocó vivir el baloncesto profesional muy joven, muy pronto y en un momento en el que España estaba cambiando mucho. No se puede comparar la actualidad con los momentos que nos tocó vivir a nuestra generación, estábamos pasando de una dictadura a una democracia, pasando de ser un país olvidado, abandonado y prácticamente hundido en la memoria europea y mundial a ser un país que empezaba a ser protagonista en muchas áreas. Por eso yo quise expresar desde dentro lo que fui viviendo a medida que fui creciendo.

–¿Qué puede encontrar el lector en su libro titulado Eso no estaba en mi libro de historia del baloncesto?

–Creo que ahí va a encontrar lo que es la parte emocional del baloncesto, la parte que no es técnica, que no corresponde a entrenadores y a jugadores. Es la parte anecdótica y más fantástica. Es una serie de elementos que conforman la parte más interna de cada uno de los nuestros, posiblemente podrá entender por qué en el baloncesto el jugador que hace una falta tiene que levantar la mano para reconocer esa infracción, algo en lo que nadie se ha detenido dentro de la literatura que aglutina el baloncesto. Eso es lo que va a encontrar, elementos de cierto peso anecdótico en ocasiones, de cierto peso emocional en otras y de cierto peso sociológico que confiere ese imán que supone el baloncesto por encima de otros deportes.

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