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Inquietante vulnerabilidad

  • Las dudas vuelven de golpe un mes después de la llegada de Manzano, con quien el Sevilla sigue demostrando que tiene un problema para recuperar el balón y que compite muy mal fuera de casa

Gregorio Manzano debutaba hace un mes en Dortmund en un partido en el que, no hay que negarlo, la fortuna acompañó al Sevilla. Y ha sido el equipo alemán, hasta lo del sábado en el Camp Nou, el rival más serio al que se había enfrentado el técnico jiennense como visitante. Las dudas desde luego han vuelto de golpe con el escarnio que el cuadro nervionense sufrió a manos de un Barcelona que en vez de encontrarse a un enemigo se encontró un pelele al que bailó sin oposición. Dudas porque este equipo sigue dando señales de no saber competir fuera de casa, de no tener capacidad para defender y de estrellarse en cada salida con un auténtico problemón: no disponer de los futbolistas adecuados para recuperar el balón, un dato imprescindible para darle un buen trato luego.

El de Bailén se estrelló en Barcelona intentando llevar su partido hacia un imposible. Por supuesto que tenía un fin su alocada alineación, intentar hacer algo potable cuando el Sevilla tuviera la pelota. El problema fue que la pelota ni la olió en el Camp Nou con futbolistas en el campo con un físico muy limitado y un gran desequilibrio de piezas de ataque-defensa: seis contra cuatro. Eso en teoría, porque tener a Konko como más defensivo que ofensivo es cuanto menos discutible.

Si en los partidos en el Sánchez-Pizjuán, siempre ante equipos de menor o igual nivel, el motor marcha porque llevar el peso del encuentro es precisamente lo que mejor saben hacer futbolistas como Renato, Romaric y Kanoute, la situación cambia fuera, cuando se necesita intensidad, repliegue y orden táctico. Y en casa no han faltado tampoco sobresaltos, como lo complicada que se le puso la noche al Sevilla ante el Athletic después de ir ganando por 3-0. En Gijón ante el Sporting sufrió Manzano su primer revés, un partido muy mal gestionado, en la línea de lo ocurrido el sábado en Barcelona aunque, evidentemente, sin el nivel de los Messi, Xavi, Villa… enfrente. Lo de El Molinón podía incluso catalogarse de más grave, porque la sensación de vergüenza que hizo pasar el 5-0 del Barça quizá no apareciera, pero la impotencia era la misma. La misma imagen que en Alicante ante el Hércules, la derrota que forzó la salida de Antonio Álvarez y el nombramiento esa misma noche de Manzano como nuevo entrenador.

Ante el Karpaty en Lviv, como en Dortmund, hubo triunfo, pero las malas sensaciones ante un equipo muy inferior no se maquillaron. El equipo ucraniano llegó a las inmediaciones de Palop con relativa comodidad y sólo su falta de calidad le impidió poner en duda el 0-1 que los de Manzano se trajeron de vuelta. Distinto fue lo de Irún. Allí el Sevilla lograba un resultado autoritario, aunque tardaría en ponerlo a su favor con aquel gol de Negredo al filo del descanso.

Esto no es el Mallorca

La última temporada de Manzano en el Mallorca dejó una característica muy definida, una solidez aplastante como local y unas prestaciones mucho más discretas a domicilio. Pero eso no lo quieren ni la afición ni la cúpula dirigente de su nuevo club. El Sevilla ha acostumbrado a su gente desde la etapa de Jiménez a ser un rival respetado en sus desplazamientos. Distinto era a lo mejor lo que demandaba la hinchada en su localidad del Sánchez-Pizjuán, donde exigía goles y partidos ganados con comodidad y si podía ser, con buen juego. Manzano hasta el momento parece cumplir en el Sevilla la mitad de las premisas que se le pedían, pero eso no es suficiente en un club que ya no es el Mallorca. El Sevilla no quiere perder la vitola de grande y para eso precisamente confió en el jiennense, que en pequeños detalles dicen los que están a su alrededor que empieza ahora a comprender que esto no es Palma. En Zaragoza, en la próxima salida en la Liga, deberían apreciarse más cambios, porque hasta el momento lo visto lejos del Sánchez-Pizjuán ha sido decepcionante.

Zokora, de pilar al olvido

En sólo un mes un futbolista como Didier Zokora ha pasado de ser un pilar en el proyecto a un jugador de segundo plano que no aparece en las alineaciones de los partidos importantes. El costamarfileño, que ha pasado en otro momento por fases de estar muy buen visto por la afición, desde que llegó ofreció unas prestaciones que dotaban al equipo de esa intensidad que demandaba Manzano en Gijón. Es verdad que no ofrece un control real de la situación y que sus carreras son más efectistas que efectivas, pero al menos mete tensión, puede contagiar espíritu de trabajo a sus compañeros y causa respeto a los rivales en su zona de creación. Manzano parece que se dio cuenta pronto de que su fútbol a lo mejor tenía engañada a mucha gente y le ha confiado todo el poder a una pareja de alta repostería, Romaric-Renato, pero cabe preguntarse que si Zokora no es titular en el Camp Nou, ¿dónde lo será?

La necesidad de un cierre

Pero independientemente de que ese tipo de futbolista que meta ritmo es necesario, sobre todo en partidos fuera de casa, en el Sevilla se echa en falta un jugador que cierre correctamente la defensa, que equilibre el equipo desde el centro del campo por delante de los centrales y guardándole las espaldas a Romaric o al que Manzano elija para tener el balón y distribuirlo. Zokora parecía serlo, pero no lo es, y Fazio no aparece nunca. Sin ese perfil de centrocampista al Barcelona le fue fácil reírse de lo planteado por Manzano, mientras otros equipos como el Hércules lograron ganar en el Camp Nou, aunque haciendo un partido perfecto en defensa bajo la batuta táctica de Fritzler, un medio centro argentino que el Sevilla tanteó cuando estaba en Lanús y que al final no se decidió a fichar.

Manzano tiene ya en la mente el mercado de enero y entre sus peticiones debería estar presente un futbolista de ese corte, que ayudaría a mejorar las prestaciones del Sevilla fuera de casa, donde también necesita ganar partidos para lograr sus objetivos. Ganando sólo en casa no se va a la Champions porque tampoco fue el Mallorca.

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