Remate a una trayectoria redonda
Polideportivo
José María Madrigal, que deja la traumatología deportiva tras casi 50 años de carrera, operó el pasado miércoles por última vez de la mano de Emilio López Vidriero, quien tomará su relevo
Debe ser única la sensación de mirar atrás y corroborar que en un camino tan largo te fuiste fiel a ti mismo. Tras casi cinco décadas en la profesión, José María Madrigal deja la medicina con esa certeza. “Si volviese a nacer, repetiría exactamente lo mismo que he hecho”, dice sin permitirse un titubeo. Nacido y formado en Madrid, llegó a Sevilla en 1991, con 44 años y “muchos tiros dados”. Y ahora que da un paso al lado, lo hace como la gran referencia de la traumatología deportiva andaluza. Se ha ganado ese estatus a pulso.
Recogerá su abanico de pacientes Emilio López Vidriero, quien ha pasado consulta junto a él en los últimos meses. Considera a Madrigal su “mentor” y, a la par que sus conocimientos, subraya “su forma de tratar a los pacientes”, que es “personal, honesta y cariñosa”. Probablemente, sin estos ingredientes inherentes a la devoción, su trayectoria no habría sido tan extensa. Comenzó a ejercer en 1971, aunque sus primeros escarceos en el gremio se produjeron antes. “Yo empecé a meterme en un quirófano con mi padre, que era cirujano, cuando estaba en bachillerato, con 15 años”, relata.
Años más tarde, en 1977, comenzó a utilizar la artroscopia, un territorio aún muy inexplorado en la medicina española. Lo hizo junto a Pedro Guillén, en Fremap Madrid, en Majadahonda. “Cuando me vine a Sevilla en el año 91, ya teníamos un bagaje muy intenso en cuanto a artroscopias”. Arribó a la ciudad hispalense como director del nuevo hospital de Fremap, en el que también ejercería de jefe de traumatología. Ahí comenzó a tratar a jugadores del Betis, del Sevilla y de otros equipos andaluces, extremeños e incluso canarios. Pero sus contactos con el deporte se habían iniciado mucho tiempo atrás.
“En Madrid, Guillén y yo llevábamos la mutualidad general deportiva. Y luego también éramos él y yo los que operábamos a los del Madrid y los del Atleti”, explica. Además, recuerda que en aquella época eran frecuentes los viajes de Antonio Leal Graciani a la capital. “Ya tuvimos contactos con el Sevilla estando en Madrid”.
Varias décadas después, Madrigal reconoce que la medicina deportiva ha experimentado grandes avances, como la aparición de la resonancia nuclear magnética. Sin embargo, a su modo de ver, es “la preparación de la gente” lo que más ha cambiado. “Ahora mismo hay especialistas buenísimos. Y sobre todo muy buenos rehabilitadores: fisioterapeutas, preparadores físicos, etc. Eso ha cambiado una barbaridad”, sostiene.
Preparación le sobra a López Vidriero, también madrileño e hijo de médico. Hizo la carrera y la tesis doctoral en Madrid y luego recaló en Sevilla para especializarse, donde tuvo la ocasión de conocer a Madrigal. Desde muy pronto comenzó a tratar con deportistas profesionales “fuera del ámbito de la medicina pública”. De hecho, estuvo participando como médico en la final de la Copa Davis de 2004, que tuvo lugar en el Estadio de la Cartuja. Algo después, previo paso por Barcelona, cruzó el charco para ampliar su formación en centros de Estados Unidos o Canadá.
“Y Emilio se ha educado en esa medicina de buen trato al paciente y de comprensión. De dedicarle tiempo y de que no todo es operar. Hemos tenido muy buen feeling desde el principio”, comenta Madrigal, quien ahora deja en sus manos a los suyos. Desde el mes de febrero han pasado consulta de forma conjunta, para que los pacientes fuesen familiarizándose con López Vidriero. “Me ha gustado mucho el haber estado pasando consulta con él, porque tenemos muchas cosas en común”, manifiesta éste. “Y me ha gustado mucho confirmar que estoy en la dirección adecuada”.
A su espalda, López Vidriero tiene un currículum soberbio. Y no sólo en cuanto a titulaciones. También en cuanto a experiencias. Tuvo un papel decisivo en recuperaciones que permitieron volver al máximo nivel a la windsurfista Blanca Manchón, el piloto Nico Terol o a la nadadora Mireia Belmonte. Ésta última consiguió superar una grave lesión en el hombro eludiendo el quirófano y terminó consiguiendo un oro olímpico en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Además, fue contratado la temporada pasada por el Watford de la Premier League inglesa, y no en cualquier cargo. En concreto, firmó como jefe de los servicios médicos. “Luego ampliaron mis responsabilidades sobre la nueva infraestructura que estaban creando”, cuenta. Los resultados para el equipo al que dirige el navarro Javi Gracia fueron espectaculares. “Cuando yo llegué allí había 14 lesionados y una desorganización estructural importante en los servicios médicos. Con mucho esfuerzo y el apoyo del dueño, logramos cambiar eso”, expone.
Él confiesa estar “contento pero expectante” ante la responsabilidad de tomar el relevo de Madrigal. Mientras reitera sus agradecimientos, explica cómo fue la última intervención de su mentor, en la que operaron codo a codo a una chica de tres ligamentos de la rodilla. “Fue una cirugía compleja pero entrañable”, relata. También invitó a Madrigal a dar una charla en unos cursos de traumatología que impartía en La Rinconada. Para sorpresa del veterano, allí lo esperaban colegas de la talla de Miguel Ángel Herrador, Tomás Calero, Tomás Fernández o el propio Pedro Guillén. “Fue una auténtica sorpresa”, dice Madrigal.
También le emocionó el e-mail de un chico al que hace doce años, siendo juvenil del Sevilla y tras un accidente de tráfico, operó de las tibias de las dos piernas y el fémur de la izquierda. Increíblemente, y tras una intervención de nueve horas pudo seguir jugando al fútbol. “Yo siempre he sido feliz con lo que he hecho”, concluye Madrigal.
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