Levante-Betis · La Crónica

¿Salvado? El Levante (3-1)

  • Los granotas regalaron el balón al Betis y en un libre directo y dos jugadas trenzadas a la contra lo aniquilaron. Los verdiblancos, que no se rindieron, a seguir peleando por salvarse.

Tres chispazos le bastaron al Levante para decir adiós de forma definitiva al descenso, afianzarse en la cuarta plaza y, de paso, recordarle al Betis que su pelea sí va a ser la de salvación, al menos durante unas semanas más. Una falta directa y dos contraataques, el segundo tan largo como evitable, aniquilaron a un equipo que cayó en la trampa de sentirse a gusto con el balón que le regaló un enemigo que saca un rédito enorme a un fútbol prehistórico.

Porque todo comenzó jugándose a lo que proponía el Levante. Tras unos compases de tanteo que apenas duraron tres minutos, el equipo granota, sin sonrojo alguno y con el beneplácito de una grada ya acostumbrada, cedió los trastos al Betis; es decir, el balón. A los hombres de Juan Ignacio Martínez no les sirve para hacer su fútbol y menos si el único hombre con capacidad para generar algo de fútbol no se halla sobre el césped por lesión.

Iborra y Xavi Torres son dos medios centro más que aceptables, pero sus méritos, qué duda cabe, radican más en la resta que en la suma. Así, el Betis se encontró con el escenario soñado. Soñado porque el balón le iba a pertenecer casi sin sudar, por entrega tácita del rival. Pero tan cómodo se hace todo frente a este equipo, y el Betis lo pudo comprobar ya en sus carnes en el partido de ida, que es casi imposible no caer en la trampa propuesta por el veterano decano de Valencia. Te lo hace mil veces y no te das cuenta: es como si Messi avisase a su marcador por qué lado iba a salir. Da igual. Ni así lo iba a poder parar.

Pues es lo que hace el Levante sin disimulo. Le entrega la pelota al rival para que quien más cómodo se sienta sea él. Se pertrecha en su propio campo con una línea de cinco y una de cuatro y corre en paralelo para tapar espacios más que para presionar. No encontrar huecos, a veces, acaba por desquiciar al rival, toda vez que superar las líneas granotas requiere una velocidad en la circulación del balón y una precisión que pocos equipos tienen. El Betis podría ser una excepción, pero la idea de Mel, siendo buena, necesita a veces de arquitectos con más jerarquía. Y no los hay.

Salva Sevilla se salió pronto de la banda derecha que le otorga la pizarra, en la que cayó en ocasiones Rubén Castro, y trató de combinar con éste y con Beñat, aunque a veces echaron de menos un socio más, ese Nelson que pareció más anclado que de costumbre y al que el propio Mel reclama más presencia ofensiva. De otro lado, los inicios de Jefferson Montero fueron una prolongación de sus últimos partidos. Vértigo y carreras hacia la puerta de Munúa, en jugadas que casi siempre acabaron en saque de esquina.

Pero la trampa era ésa. Jugaba el Betis, tocaba aparentemente cómodo, pero se jugaba siempre al ritmo que proponía el Levante pese a su raquítico porcentaje de posesión del balón. Con sus pelotazos largos en busca de un Kone bien sujeto por Paulao o de alguno de sus extremos le bastaba para llegar con relativa asiduidad.

Así, aprovechó una falta lanzada por Barkero en la que Fabricio no anduvo todo lo rápido que se espera y una jugada bien trenzada por la banda izquierda para cobrar una ventaja que nadie podría pensar y que fue justamente acortada por Jorge Molina ya al filo del descanso.

Pero si romper la ordenadísima muralla levantina era difícil, más lo iba a resultar nada más encajar el Betis el tercer gol en los compases iniciales de la segunda parte. Mel ya había dado órdenes taxativas a los laterales para que sumasen al ataque y en un contraataque que inició muy atrás Ghezzal acabó marcando Kone, quien se zafó con facilidad de Paulao incluso saliéndose del fuera de juego en que corría para acompañar. Nadie paró al argelino y resultó letal.

Porque el 3-1 obligó al Betis a descubrirse aún más y el Levante, encima, se acurrucó más. Todo era imposible y mientras Mel metía en el campo la pólvora que le quedaba, comenzando con Santa Cruz por Paulao, su colega en el otro banquillo daba entrada a Javi Venta por Kone. Con eso queda todo dicho.

Lo que ocurrió fue que el Betis, falto de ideas cerca del área, apenas vio piernas granotas y se estrelló en un loable ejercicio de impotencia y en el larguero, en un tenue cabezazo de Rubén Castro. Y por ahí, el partido destinado a ganar para pensar en salvarse derivó en la salvación del rival y en un seguir caminando poco a poco de este Betis que deberá hacer más méritos para lograrlo.

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