Alejandro Martínez tuvo un paso tan complicado y extraño como negativo, en cuestión de resultados, por Sevilla. Descendió en el Martín Carpena tras llegar cinco jornadas antes en una situación límite. Ganó uno de sus seis encuentros, perdiendo el decisivo en Santiago con una plantilla que ya estaba rota y hundida, pero volvió a tomar las riendas tras el descenso interruptus, si bien un mal arranque con seis derrotas y alguna paliza forzaron su destitución. Pese a todo vuelve "sin rencor alguno", consciente de que "así es la vida del entrenador profesional" y mantiene su agradecimiento a quienes confiaron en él para dos proyectos, "que, por distintas circunstancias, no salieron bien".

"Poco más puedes hacer si no confían en ti. La pasada temporada creo que hubo poca confianza y menos paciencia. La liga acababa de empezar y había jugadores todavía de pretemporada, porque empezamos muy tarde. Es cierto que arrancamos mal, pero había margen de recuperación de sobra. Pese a todo, estoy muy agradecido por la oportunidad que me dieron. Esto es el deporte. Lamento de verdad que al final tampoco saliera la cosa bien, porque Sevilla es una plaza importante del baloncesto nacional", señala el técnico sobre su destitución la pasada campaña, lanzando el deseo "que se recupere el proyecto ACB". Por un par de años malos no se puede crucificar a nadie, porque todo el mundo trabajó para que las cosas salieran de otra forma", afirma.

Se cerró una puerta en Sevilla y Palencia le abrió una ventana en una situación complicada a mitad de febrero: a diez triunfos de la cabeza y a cuatro del quinto, aunque a una victoria del noveno, último puesto para los play off. Acabó séptimo ganando nueve partidos y perdiendo sólo tres y llegando a semifinales "ante Manresa con dos partidos, digamos, extraños". "Faltaba confianza en el grupo por las derrotas y sólo intenté cambiar el chip. Salió bien. Les hice ver a los jugadores que eran mejores de lo que venían mostrando".