Desde mi córner

El fútbol no puede vivir bajo sospecha

  • Los errores arbitrales eran errores humanos hasta que la tecnología entró a saco en cancha

Continuamos sin ponernos de acuerdo, la legalidad del gol de Mbappé que le dio el título de la Liga de Naciones a Francia sigue en cuarentena, no nos ponemos de acuerdo para el tercer tiempo más largo tras aquél del gol que le dio a Inglaterra su único Mundial. Aquel gol de Hurst a Alemania en la final de Wembley ocurrido hace la friolera de cincuenta y cinco años sigue sin aclararse, nadie pudo demostrar que el balón entrase.

Aquel gol tan decisivo llevaba aparejado el perejil de por qué no había dudas sobre su legalidad en opinión británica, claro. Otra cosa es lo que se ha venido diciendo a orillas del Rhin, donde se sigue jurando que el cañonazo de Hurst que tanto celebró Hunt no traspasó la línea de la meta que guardaba Tilkowski. Aquella celebración alborozada de Hunt es el argumento que esgrimen los ingleses, “pues muy bien hubiera podido remachar él mismo en vez de celebrarlo”, dijo Hurst.

Pero que aquella duda haya durado hasta nuestros días resulta comprensible. La tecnología aún no había colonizado el fútbol y todo quedaba a lo que árbitro y linier apreciasen. Aquel gol le dio a Inglaterra su único Mundial y la polémica ha continuado, pero lo de ahora con el gol de Francia seguirá también en el tiempo a pesar de la implantación tecnológica. Se impone la lógica de que el fútbol no sea un galimatías tal que cuando haya acabado el juego no se sepa qué ha pasado.

Lo cierto es que desde que invadió tanto empacho tecnológico el fútbol, la sensación de que aquellos errores humanos eran veniales en comparación con lo que hoy se está produciendo. ¿Cuántos penaltis se han cobrado por mano como la de Koundé? O unificamos criterios para que no quepa duda de qué va a señalarse en según qué jugadas, o el fútbol estará bajó sospecha. Y no se dude de que como el fútbol viva sempiternamente bajo sospecha, mala cosa, muy mala.

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