El Fiscal

El último sobre con incienso de Palomino

Una carta con Manuel Palomino como remitente.

Una carta con Manuel Palomino como remitente. / M. G. (Sevilla)

El Miércoles de Ceniza no es día de precepto, pero es considerable la cantidad de sevillanos que acuden el a misa sin necesidad de que sea obligatorio... Aquí celebramos el Corpus en jueves, sacamos los pasos de misterio cuando corresponde a nuestra tradición sin tener en cuenta el día y acudimos a misa como si fuera obligado aunque no lo sea. Comenzará el tiempo litúrgico de conversión y de memoria. Memoria por los que nos faltan y siguen tan presentes en nuestra vida cotidiana. Acudes al armario del incienso y te encuentras con aquel sobre con exquisito incienso del Silencio que te mandó el maestro Palomino, del que tantas veces hemos escrito y al que tantas veces hemos entrevistado en estas páginas. Ahí sigue el sobre con su letra tan característica, continúa con la bolsita del incienso en su interior y parece que estamos oyendo su voz profunda y seca: "Este año la vainilla está especialmente cara y se nota que ya no está la Casa de las Especias". Y no se podía preguntar más porque Palomino jamás decía más. Sólo decía aquello que quería decir, sobre todo sobre la receta del incienso.  

Ahí sigue el sobre como una lamparilla de la memoria, como siguen en las perchas las túnicas de quienes ya no las usarán. Algunas en la casa de algún hijo, otras en la hermandad para que sean asignadas a quien la necesite, incluso en conventos han ido parar para que las hermanas las donen o vendan. Siempre es hermoso que si no son usadas como mortaja sean usadas por algún hermano. 

Se quema el incienso de Palomino cuando se viene encima el Miércoles de Ceniza como un paso de misterio que arrolla al público y que parece imposible que pueda avanzar más y, al final, estira la chicotá y avanza. Parece mentira la ausencia. "No pararse, no pararse". Hay que limpiar la plata, pasarle la bayeta a los cirios, alinearlos para la fundición, preparar las joyas de la Virgen... Hay tanto por hacer. Echa más incienso que ya huele demasiado a carbón y nos vamos a marear. 

Está todo, pero no Manolo. Y parece mentira porque parece... que está todo. Está abierto el bar de su tapa de mediodía. Están sus amigos. Están la priostía, el almacén, sus hermanos del Santo Sepulcro de Córdoba, los esmaltes de la corona del Valle, el cuchillo para limpiar la cera de lágrimas, el producto de abrillantar la plata, los cepillos de varios tamaños, el soplete, el recuerdo de su cara de sueño en las mañanas de función principal, las horas de tertulia, la copita de tinto, el altísimo capirote de la Madrugada, el sonido de los chasquidos ante el Monumento, la media sonrisa cuando se le pedía la opinión sobre alguna innovación estética en un corrillo, los guantes negros de fiscal de cruz de San Bernardo, la genialidad de la naveta del Valle, los ramos cónicos y bicónicos... Está todo, como el sobre. Como el incienso que guardamos como si se hubiera quemado junto al mismísimo pesebre del Niño Dios. Nos encontramos con el sobre y se proyecta una agradable secuencia de bellos recuerdos. 

Qué poquito brillo buscó para sí mismo el maestro Palomino. Y cuánto esplendor literal dio a la Semana Santa por la vía del amor a sus cofradías. Estética, plástica, proporción, originalidad, innovación, conocimiento, criterio. "Vete a Roma si puedes a ver al Papa rezar ante la Inmaculada un 8 de diciembre en la Plaza de España. Nadie como nosotros, los concepcionistas, disfrutamos de eso". Nos queda el último sobre con el incienso de la receta secreta. Un lujo. Está todo, pero no Manolo. Se alzan los ciriales de la memoria con el golpe de pértiga del dolor. La cuaresma está a punto de comenzar. La vida es una cofradía que sigue, siempre sigue. Alguien se acordará de nosotros cuando no estemos, quemará incienso y tal vez se encuentre con estas líneas sobre un gran cofrade al que tanto debemos. De los pocos que han creado escuela. Dicen que la receta era secreta. El maestro Palomino sí que era todo un secreto por su discreción. No nos paramos, Manolo, no nos paramos. No podemos pararnos.  

La presentación del cartel del Colegio Tabladilla. La presentación del cartel del Colegio Tabladilla.

La presentación del cartel del Colegio Tabladilla. / Francisco José Borge (Sevilla)

Llenazo absoluto en San Pedro por el cartel de Tabladilla

La noche del viernes se celebró el acto de presentación del cartel de las jornadas cofradieras del Colegio Tabladilla. Lleno absoluto en la Parroquia de San Pedro para alegría de don Antero Pascual, el párroco que lleva cuatro meses en tan privilegiado destino. La agenda de este sacerdote es de las cargadas de trabajo. Es de los que presume y con razón de "gastarse" en el ejercicio de su ministerio. El profesor Julio Martín Rubio entonó un discurso rotundo en defensa de la vida, en homenaje tan emocionado como valiente a los miles de no nacidos, y de los ancianos que son tantas veces los orillados de esta sociedad. Nos hizo recordar que el Papa Francisco defendió en sus primeras horas de pontificado que son la sede de la sabiduría. San Pedro vibró con Martín Rubio, que se llevó una larguísima y cerrada ovación. Y ahí queda la preciosa fotografía del Cristo de Burgos, obra de Javier Rizo, para iluminar los días de cuaresma de los alumnos que aprenden a amar la fiesta más hermosa de la ciudad. La Semana Santa es de ellos. Las bolas de cera están por hacer. Una noche para el recuerdo por la música, las saetas y la tertulia con grandes personas como Pedro AbascalEduardo de AndrésAlfredo Ogalla, Manuel Ramírez, Alejandro Terrero... La fuerza de la vocación. La Semana Santa se aprende a amar en casa y en el colegio.