La soledad de las arenas en un viernes sin carretas

Un Pentecostés sin romería

.Villamanrique alfombra de romero los siete escalones que suben las hermandades

.Imagen insólita de la Raya Real en el día que más peregrinos la transitan hacia la aldea

La Raya Real sin carretas ni peregrinos en un viernes de Rocío.
La Raya Real sin carretas ni peregrinos en un viernes de Rocío. / Antonio Pizarro

Carmen Domínguez es una manriqueña "entrada en años", eufemismo que emplea para no concretar la edad. Su mascarilla es de flores. En su mano lleva una mata de romero. La acaba de coger del porche de la parroquia, donde esta madrugada se ha esparcido la planta aromática en recuerdo de aquellos amaneceres de bulla en los que todo un pueblo se ponía en camino hacia la marisma. Tribu nómada de Pentecostés.

Este último viernes de mayo la estampa que se contempla es bien distinta. El templo está cerrado. Varios centros de flores recuerdan en la puerta una jornada que se sobrelleva más mal que bien en el ánimo de los paisanos de Goro Medina, quien, según la leyenda, se encontró a la Blanca Paloma en un acebuche de siglos mientras cazaba en los cotos de Doñana.

A Carmen nada la ha detenido para hacer el camino. Sólo el "bicho". Otro eufemismo para no pronunciar la palabra maldita a la que nos hemos acostumbrado desde marzo. Ni la falta de dinero se lo impidió. "Hasta siendo pobre he ido al Rocío. Yo tenía una 'arcansía' que llenaba todos los días con pesetas para la romería. Cuando llegaban estas fechas, la rompía y nos íbamos al camino", recuerda esta manriqueña, quien mucho antes de que surgieran el 15-M y los antisistemas ya le declaró su peculiar guerra a la banca. "Un año que estábamos un poco mal de dinero, con mis dos hijas pequeñas, le dije a mi marido: escucha, el banco que espere". Y Carmen se fue al Rocío con lo poco que tenía. "Haciendo la Raya, cuando me encontraba a alguien a quien le debía, me escondía", recuerda esta mujer junto a los siete escalones más cantados de la historia. "Este pueblo vive para el Rocío, es su fiesta principal, y si se queda sin él, pues ya me dirá usted cómo estamos", apostilla.

Una niña contempla la alfombra de romeros que cubren los siete escalones que suben las hermandades al pasar por Villamanrique.
Una niña contempla la alfombra de romeros que cubren los siete escalones que suben las hermandades al pasar por Villamanrique. / Antonio Pizarro

En la fachada del Ayuntamiento manriqueño hay colgados 67 gallardetes, cada uno con el nombre de las respectivas hermandades que pasan por la antigua Villa de Mures antes de abandonar la provincia de Sevilla. Un tránsito declarado desde hace años Fiesta de Interés Turístico (no sin ciertos pleitos judiciales), que se ha convertido con el tiempo en una de las mejores muestras de las artes agropecuarias, de los hombres de campo curtidos en el cuidado de los animales. El porche de la parroquia es el pódium que quiere alcanzar todo buen boyero. Si emocionante es la subida, cuando las astas de las bestias rozan la puerta; más complicada resulta la bajada, momento en el que debe evitarse que el peso de la carreta se vaya hacia atrás.

Los gallardetes colgados en el Ayuntamiento manriqueño contienen el nombre de las 67 hermandades que pasan por este pueblo.
Los gallardetes colgados en el Ayuntamiento manriqueño contienen el nombre de las 67 hermandades que pasan por este pueblo. / Antonio Pizarro

También en estos siete escalones se escuchan buenos cantes. Aunque a veces da la sensación de que algunos se afanan en convertir el momento en un reality de talentos musicales, aún quedan instantes que detienen el tiempo, como los que se disfrutan cada año cuando ante la más antigua y primera hermandad del Rocío se presentan Coria o La Puebla.

Este pueblo versallesco, con palacio real, es hoy un trasiego de gente desde la parroquia a la casa de hermandad, donde se expone el Simpecado que recibe a las filiales en la carreta que, en circunstancias normales, ya debiera surcar las arenas. Roque Espinar, presidente de la corporación manriqueña, se siente orgulloso de la respuesta que ha tenido la iniciativa solidaria puesta en marcha para atender las necesidades básicas de la población más afectada por la pandemia. "Más de mil hermanos hacen el camino solidario aportando fondos para la causa", detalla.

Varias manriqueñas depositan flores delante de la carreta que porta el Simpecado que recibe a las hermandades.
Varias manriqueñas depositan flores delante de la carreta que porta el Simpecado que recibe a las hermandades. / Antonio Pizarro

De Villamanrique a la Dehesa de Gatos. De allí a la Venta Mauro por una carretera donde hay que esquivar continuamente los socavones. Un constante ziz zag que lleva hasta Pozo Máquina, principio de la Raya Real, tierra de Hinojos. En este paraje, donde se multiplican los pinos y los cardos alcanzan una considerable altura, hubiera sesteado Triana. Gines lo habría hecho más adelante, en Palacio. El año pasado, a estas horas, la senda era intransitable. Un continuo colapso de carretas, charrés y otros vehículos autorizados de difícil clasificación. Una Gran Vía campestre en hora punta. Desesperante.

Una manriqueña coloca una balconera en honor a la Virgen del Rocío.
Una manriqueña coloca una balconera en honor a la Virgen del Rocío. / Antonio Pizarro

Hoy, por contra, la soledad reina en este cortafuego bucólico. Desierto rectilíneo donde no hay un alma. Las arenas están tan asentadas que ni el polvo se levanta al pisarlas. Tierra huérfana de surcos. Metáfora de una primavera aniquilada. Arriba, el sol y los azules se mantienen intactos. Como los evocó Machado en el prólogo de su muerte. Silencio y luz. Un Rocío para la historia.

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