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Andros Lozano, periodista

"Tenía asumido que me podían detener cuando me subí a una narcolancha"

Andros Lozano.

Andros Lozano. / Juan Carlos Muñoz

-Aparece Costo coincidiendo con dos juicios importantes de narcotráfico y con la imputación del que fuera jefe de la macrounidad de la Guardia Civil contra el tráfico de hachís, ¿casualidad o estrategia?

-Lo hicimos sin ningún tipo de voluntad de que coincidiera, pero una semana después de que empezara a distribuirse el libro, que fue el 3 de abril, empezaron dos juicios importantes. Uno es el macrojuicio contra uno de los hermanos Castaña y el otro en Málaga contra el clan de los Suecos. Este tipo de coincidencias pueden estar pasando durante cierto tiempo porque el último bloque del libro está muy vivo todavía, estamos viendo un poco las consecuencias ahora de todo lo que se ha hecho en los últimos cuatro o cinco años.

-¿Eso no le condiciona un poco?

-En los casos que están pendiente de sentencia hemos tenido mucho tacto a la hora de escribir, sobre todo cuando se les acusa de que hicieron esto o lo otro. Pero hay hechos que son hechos, aunque sus protagonistas salieran absueltos. 

-¿A qué narco le hubiera gustado entrevistar, si pudiera elegir?

-Quizás al Nene, porque fue una especie de visionario. Desde chaval empezó a despuntar porque empezó a utilizar métodos que no se usaban antes. Fue el primer narco del sur que fue un quebradero de cabeza para la autoridades, porque en ese tiempo sólo se hablaba de Galicia y la operación Nécora. Se supone que está muerto, que lo tirotearon mientras estaba en un yate, después de haber pasado un periodo en la cárcel en Marruecos, pero el cuerpo no se ha encontrado. Me hubiera encantado entrevistarlo, hablar con él con honestidad y con franqueza y sin blanquearlo.

-¿Y de los vivos?

-Me he acercado todo lo que se me ha permitido al Messi y a los Castañas.  

-¿Hacer un viaje en narcolancha no es arrimarse demasiado?

-Si me dicen que voy a estar un mes con una organización criminal, me lo pienso. Pero en ese momento pensé en por qué no tratar de montarme en una lancha. Hubo un periodista muy reconocido en España, de una cadena de televisión, que estuvo a punto. Al final no lo consiguió. Yo sí pude hacerlo, porque no tenía el impedimento de una cámara y por eso fue un poco más sencillo, entre comillas. Hubo un año y medio de trabajo previo, de tocar muchas puertas y de que me dijeran decenas de veces que no. 

-¿Y cómo fue aquello?

-La gente me pregunta si esto es tan sencillo de verdad. A mí también me sorprendió. No sé lo que podía estar ocurriendo a unas cuantas millas, si utilizaban otra embarcación para engañar a la Policía. No lo sé y nunca me lo dijeron. Lo apabullante o sorprendente es que no pasó nada, en tres o cuatro horas fuimos y volvimos a Marruecos y descargamos. Me dijeron que esto pasa más veces, pero otras tienen que estar en alta mar horas e incluso días, y otras lanchas salen a llevarles víveres y combustible. Pero esa noche no pasó. No hubo persecución, no hubo intento de robo, no hubo nada, ningún riesgo, que es lo sorprendente.

-Pero podía haber pasado algo...

-Yo tenía asumido que podía ser detenido. Se lo había comentado a alguna fuente policial. El reportaje se publicó dos o tres meses después del viaje para no dar pistas. Esas eran las condiciones que había pactado. Cuando me pusiera delante del juez ya intentaría defenderme. Había dejado ciertas cosas hechas que podían beneficiarme, pero que iba al calabozo en un primer momento lo tenía clarísimo. Mi miedo era que hubiera una persecución, un accidente, un temporal o un intento de robo, que me hubiera visto inmerso en un tiroteo.

-Brilla usted en la parte humana, por ejemplo cuando entrevista a familiares de narcos, que también sufren.

-Esa era la idea que surgió cuando la editorial (Libros del KO) me propuso el libro. Tuve una primera conversación con Emilio Sánchez Mediavilla, uno de los socios de la misma, en 2018. Para entonces Fariña era ya un fenómeno, el libro se llevó a la televisión y era muy comentado. Me preguntó si había algo más de la mera investigación policial y judicial. Yo le dije que sí, claro. Entrevisté en Barbate a una chica que servía cafés a unos señores desconocidos que venían con su padre de traer droga treinta años antes. O a la viuda de Zocato, que estuvo un año encerrada porque temía que los sicarios que mataron a su marido fueran a por ella y por sus hijos. O el del padre de un chaval que se dedicaba a robar a otros narcos, que apareció muerto con un tiro en el pecho cerca de un hospital. Él sabía que se dedicaba a eso, pero quería Justicia para su hijo. Yo quería ir a buscar las consecuencias del narcotráfico a la calle. 

-Especialmente interesante me parece su visita a la casa de los padres del Niño.

-Yo no tenía forma de hablar con Iván Odero, y su madre me dijo que fuera a su casa, que hablaría con él. Antes de que llamara por teléfono estuve un rato hablando con ella. Era una casa muy normal, muy humilde, en la que había una pena latiendo todo el rato. El padre tenía la mirada perdida y no paraba de tocarse una herida que tenía en la mano, de una operación reciente. De repente sonó el teléfono y se puso una persona que era evidente que mentalmente estaba nublado. Sí que es verdad que me contaba cosas interesantes, pero claro, también había hecho una huelga de hambre y se había cosido la boca. Evidenciaba la sinrazón y la locura que estaba atravesando en prisión. 

-¿Cuánto hay de Fariña en Costo?

-El espíritu de Fariña siempre va a estar latiendo alrededor del libro. Es evidente, porque es la misma editorial y la misma temática. Ese ha sido su gran éxito y me propusieron hacer no el Fariña 2 ni el Fariña del Sur, sino que querían saber si esta misma temática, cambiando de punto geográfico, tenía una historia. Quien se haya leído los dos libros verá que hay similitudes, pero ambas obras tienen estructuras opuestas e investigaciones diferentes... El narco gallego es opuesto en su actitud al narco andaluz. El territorio es diferente. Quien le surte de mercancía es diferente. Tiene al lado el componente de la Costa del Sol.

-Esperemos que esta vez no haya secuestro ¿no? Por muy bien que le fuera después...

-No hace falta que nos secuestren el libro, no. Me consta que la editorial lo pasó muy mal.

-¿Qué futuro le espera al negocio, tras años muy intensos de lucha policial?

-Los grandes clanes del narcotráfico están muy debilitados, porque sus líderes están en prisión, pendientes de juicio o fugados. Pero el negocio no va a parar mientras Marruecos siga produciendo en torno a 40.000 toneladas de hachís al año y en Europa se sigan consumiendo. Se buscarán alternativas, alianzas entre organizaciones más pequeñas, ya estamos viendo más vínculos con la cocaína... Lo que hay que intentar es que el buen trabajo policial que se ha hecho se mantenga de alguna forma y no se permita que dentro de diez o doce años haya clanes con el poder del Messi o de los Castañas.

-Y la sociedad, ¿cómo afronta esta etapa?

-Hay niños que en sus cumpleaños tienen tartas en las que se ve una persecución con una lancha cargada de hachís, o jóvenes que llevan tatuados una narcolancha. Hay chicos que les dicen a los profesores que para qué van a estudiar, si en una noche de trabajo siendo punto o descargando fardos ganan lo que sus padres en dos o tres meses. ¿Cómo se combate eso? El contexto económico y sociocultural no acompaña, pero aunque acompañara, aunque hubiera un 1% de paro en la provincia de Cádiz, siempre habrá gente dispuesta a hacerlo porque es dinero fácil. Si te ofrecen 40.000 euros por pilotar una lancha, da igual que haya trabajo o no a tu alrededor.

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