Héctor Giner | CEO de Z1

"No despreciemos las conexiones humanas por el teletrabajo"

Héctor Giner.

Héctor Giner. / Óscar Romero

Héctor Giner (Sevilla, 1983) es el CEO de Z1, una empresa que desarrolla aplicaciones digitales y cuyo crecimiento asombra en este tiempo de zozobra. Con 70 trabajadores, la mayoría en la capital hispalense, facturó tres millones y tuvo un millón de beneficios en 2020. Sus 56 proyectos, en seis países, van desde una aplicación para realizar terapias con estupefacientes a una plataforma que organiza y filtra los mensajes de la bandeja de entrada del correo electrónico. Tecnología punta con sello andaluz.

–CEO, vulgo jefazo, de Z1, una empresa que desarrolla productos digitales. Explique en medio minuto eso qué es.

–Aplicaciones móviles, de web, lo que la gente consume en tecnología pero de forma diferente. La web de Renfe quizás se pueda permitir no funcionar, pero nosotros trabajamos con empresas en EEUU y Canadá y cada decisión influye en su éxito o fracaso, su trabajo y sus costes. Pensamos más en el diseño, en lo que hace falta.

–Z1 nada tiene que ver con que fueran unos frikazos de Mazinger Z...

–No, antes nos llamábamos Commite y generaba confusión. Cuando entramos en Tiny –fondo canadiense–, cambiamos. Hay un libro famoso en el espacio de las startups, Zero to one, que simboliza crear algo de la nada, y nos venía bien porque Z1 es internacional.

–Las primeras entradas de Z1 en internet son una computadora mecánica de 1936 y un modelo de BMW. ¿No le untan a Google?

–La verdad es que no, intentamos que nuestro posicionamiento sea orgánico, no creo que la gente nos busque directamente y no tiene mucho sentido pagar ahí.

–Su crecimiento en 2019 fue exponencial. ¿Han notado el parón de 2020 o la pandemia no ha afectado tanto al sector tecnológico?

–La tecnología ha vivido una burbuja en 2020 que ha sido incluso más fuerte. A nosotros no nos afectó; de hecho, fuimos conservadores por la pandemia y lo hemos ido arrastrando porque no contratamos lo suficiente y como ha arrancado 2021 creo que esto va hacia delante.

–Han tenido ganancias en 2020. ¿No están tardando en trasladarse a Gibraltar?

–Hay un debate intenso sobre los impuestos, pero soy un gran defensor de lo público. Inevitablemente se abre un debate de los youtubers con Andorra o de Apple, que no tributa nada en España, e igual los impuestos hay que repensarlos porque a pymes como nosotros nos trincan rápido mientras hay empresas con otros mecanismos.

–Tanto con los clientes como con los empleados, el teletrabajo va en el ADN de Z1. ¿Ha perdido sentido la presencialidad?

–No, hay que utilizar el trabajo de forma efectiva. Antes de la pandemia, tenía un buen equilibrio, venía a trabajar a la oficina por la mañana, hacía deporte, recogía a los niños, tenía alguna videollamada... Pero ahora con el teletrabajo echo en falta estar en la oficina o tomar un café con un compañero, porque hemos cultivado desde el principio que esto fuera como un instituto más que una empresa. El trabajo en remoto abre posibilidades tremendas, pero no podemos despreciar las conexiones humanas.

–¿Qué ideas de la empresa tradicional son válidas en negocios modernos?

–El concepto económico tradicional es muy importante: balance, margen, medidas económicas unitarias, estructura de coste. Eso que parece tan anticuado lo optimizamos. Además, nuestro trabajo no está tan lejos del de un carpintero, un constructor o un fontanero. Hay un problema y lo resuelves. Un principio tan básico como ser honesto, transparente y profesional te abre más puertas que todas las estrategias de marketing.

–¿Hay que poner en el CV que desayunas aguacates en vez de manteca colorá con tropezones para tener opciones en su negocio?

–Aquí somos bastante antihipster, que es una modita ahora, pero por lo menos los andaluces del equipo somos defensores de lo nuestro, bastante rancios. Tenemos muchos clientes de fuera y no quieren desayunar aguacate, sino pan y jamón.

–¿Quien no hable inglés con soltura es un analfabeto?

–Además de hablar inglés tienes que saber hacer algo. A veces perdemos el norte con el idioma, que es una herramienta. Es cierto que si quieres moverte en un mundo globalizado necesitas el inglés, aunque tenemos un gran punto de partida porque el castellano lo habla casi la mitad del mundo.

"No aceptamos encargos de casas de apuestas y con Trump tampoco lo haríamos; hemos podido elegir"

–¿Me da gratis alguna idea para rentabilizar la web de un periódico de papel?

–La tendencia está siendo hacia los contenidos de pago, pero cada vez se apoya más a alguien en particular que te gusta y no tanto a los grandes medios. También me parece que muchos medios de papel se han autodestruido solos. Pero algunos como The New Yorker o The New York Times facturan bastante con suscripciones.

–Es un "perfil mixto de ingeniería y diseño”. ¿La especialización no funciona?

–Cada vez tiene una ventana más corta. Zygmunt Bauman decía que hoy los ciclos en la vida son cada vez más cortos y hay que estar abierto al aprendizaje. Aquí valoramos a quien se adapta. Me cambió la forma de ver el mundo no ser un ingeniero de libro, me sentía un poco alienado.

–Empresario del taco gordo y bético hasta las trancas. Le vendría de cine su talento al consejo de administración de su club. ¿Se lo han ofrecido?

–Con el vicepresidente, López Catalán, he coincidido en algún grupo de empresarios. Nunca he sido muy forofo, pero he pasado a ser más del manque pierda. Estoy un poco cansado del fútbol moderno, donde 22 superhéroes luchan cada balón esperando que entre un córner. Siempre me gustará más esa medio crítica al Betis y no tanta exigencia.

–¿Aceptaría un encargo profesional de Trump o lo mandaría a hacer gárgaras?

–Nos definen unos principios muy sólidos. Nunca hemos trabajado con casas de apuestas. Afortunadamente hemos podido elegir y con Trump no trabajaríamos, no nos haría falta.

–¿Pagaría por una clase de guitarra de Vicente Amigo o de Mark Knopfler?

–De Jorge Drexler.

–También toca la batería, gasta sentido del humor, es un ejemplar marido y padre. ¿Le cuesta a su suegra sacarle peguitas?

–Mi suegra me quiere mucho. Soy un poco neurótico, lo analizo todo. Cuando entra alguien en la empresa, lo tratamos con cercanía, pero no por ser un jefe-colega, sino porque para mí aún es como el primer día. No entiendo a la gente que a la mínima se le sube a la cabeza.

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