"Néstor Luján me enseñó a beber coñac, creía que era de forajidos"

Antonio Muñoz Molina. Novelista y académico de la lengua

Ha ganado dos veces el Nacional de Literatura. Casado con Elvira Lindo, ocupa el sillón u de la Academia. Premio Príncipe de Asturias y vino a Sevilla a hablar de sus novelas en la Fundación Cajasol.

Francisco Correal

25 de octubre 2015 - 08:56

-¿Quién ganó el debate, Pablo Iglesias, Albert Rivera o Jordi Évole?

-No lo vi. Tenía otras cosas que hacer.

-La fuerza de la televisión. En el Camp Nou, descanso del Barcelona-Rayo Vallecano. Messi e Iniesta se levantan y el héroe de Sudáfrica se vuelve para saludar a Risto Mejide...

-Elvira (Lindo) ha escrito algo sobre eso. Cómo todo, y la política en particular, se está convirtiendo en un espectáculo televisivo.

-Ganó el Planeta en 1991. Lara hermanaba a las dos Españas, la de Vázquez Montalbán y la de Vizcaíno Casas. ¿No se echa en falta esa concordia?

-Hay que tener cierto cuidado con idealizar el pasado. Entonces había mucho sectarismo. Con motivo de la Constitución y del comienzo de la democracia se llegó a ciertos acuerdos. Hoy se ha encanallado demasiado la cosa. De hecho, cuando escribo sobre la cosa pública o sobre política me pregunto si lo que vaya a decir puede tener alguna utilidad o va a servir para enredar más la cosa. A veces denunciar el desastre lo que hace es empeorarlo. Hay que hacer un ejercicio de prudencia y discreción con las palabras.

-¿Es la autocensura?

-En esa época no había redes sociales, que en muchas ocasiones agravan el problema y a veces lo crean. Hay que ser muy cuidadoso. Otra cosa es que siempre hay alguien dispuesto a ofenderse por lo que sea.

-En su novela La noche de los tiempos no hace un retrato muy complaciente de la generación del 27...

-En España hay muy poco interés por conocer la historia. Cada uno quiere una historia a su medida; a la medida de su ideología, de sus ilusiones. En esa novela hay dos figuras del 27 que no quedan muy bien, Alberti y José Bergamín.

-¿Se lo han perdonado?

-Recibí muchas críticas porque decían que había ridiculizado a Alberti, que aparece en la novela vestido de domador en una fiesta de disfraces. Eso lo cuenta el propio Alberti en La arboleda perdida. Bergamín fue un escritor desigual. Un buen poeta que en la Guerra Civil tomó posturas y escribió cosas espeluznantes de hostilidad hacia el adversario. Todo lo que pongo en su boca está sacado de cosas escritas por Bergamín.

-Proponen quitar la Religión y convertir en Sagrada la Historia...

-La religión siempre se cuela.

-Dedicó su discurso de ingreso en la Academia a Max Aub, que hace una sátira del exilio en La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco...

-Al hablar de la Transición, hemos oído que fue una bajada de pantalones, una entrega a los franquistas, pero el primero que pide la reconciliación nacional fue el Partido Comunista; Azaña, en su discurso del 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Valencia, dijo aquello de Paz, Piedad y Perdón. Mucha gente que perteneció al lado republicano, que se jugaron la vida como Miguel Hernández o el propio Max Aub, fueron muy críticos con los errores y disparates que se cometieron en el bando republicano. Si ellos se mostraron críticos, ¿no lo vamos a ser nosotros? Es una de las grandes diferencias morales entre los vencidos y los vencedores. De éstos, fueron muy pocos, Ridruejo, Laín Entralgo y alguno más, los que mostraron alguna autocrítica.

-¿Sienten celos los académicos de los lectores de Muñoz Molina, Javier Marías, Pérez-Reverte o Vargas Llosa?

-La Academia de la Lengua es una especie de Parlamento del idioma en la que hay gente del Derecho, de la Medicina, filólogos. No estamos allí por vender más o menos libros, eso es aleatorio. Puede ser agradable, pero no es para que uno se sienta superior a nadie; tampoco inferior. Las cifras y la calidad no tienen nada que ver. Se puede ser un buen escritor y tener muchos lectores y al revés.

-El año que ganó el Planeta fue finalista Néstor Luján. ¿Qué aprendió de él?

-Néstor Luján era un liberal. Alguien que venía de eso que parece que nunca existió, el falangismo catalán en torno a la revista Destino de Vergès o Pla. Luján protegió en momentos difíciles a Vázquez Montalbán. Era un humanista de una cultura amplísima y amenísima que te enseñaba de todo. A comer, a beber vino, a beber coñac, que yo creía que era una cosa de forajidos. Aprendí a beber el Armagnac francés o el whisky de malta, a fumar puros. Una de las últimas veces que lo vi me emocionó mucho. Me dijo algo que le había dicho siendo joven Josep Pla, que le habría gustado tener un hijo como él.

-¿Esta España es de Cela o de Delibes?

-La España de Cela está mucho más borrada. Delibes era un modelo de escritor, de ciudadano y de ser humano. Ajeno por completo a cualquier pedantería, tenía una vida de escritor a lo anglosajón, que pasaba el tiempo entre su casa, su familia y el campo.

-¿Le dijo adiós a Los Cármenes, por utilizar el poético nombre del libro de Ramón Ramos?

-No soy muy aficionado al fútbol. Sólo iba a Los Cármenes para llevar a mis hijos cuando eran pequeños.

-30 años de Regreso al Futuro. ¿Está en su sitio?

-Todas las visiones sobre el futuro son disparatadas. El futuro no tiene por qué ser peor que el presente. A los adolescentes les digo que tener 20 años en 1975 tampoco está mal, nadie pensaba que íbamos a formar parte del Primer Mundo y la Unión Europea.

-¿Cómo fue la relación con Pilar Miró en el rodaje de Beltenebros?

-No fui al rodaje. Era una mujer distante, no se le daba bien la cercanía.

-¿El Planeta o el Príncipe de Asturias?

-Lo del prestigio literario es muy relativo. Al día siguiente de ganar el Planeta, estaba en un afamado restaurante de Barcelona y los camareros no me hacían ni puñetero caso. Pregunté y en otra mesa estaban los del programa No te rías que es peor. Volví a Granada y lo conté en casa, mi hijo Arturo, que tenía cinco años, me preguntó si había visto a Barragán.

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