"Hoy sigue siendo un acto de valentía hablar de la libertad de las mujeres gitanas"

Séfora Vargas Martín | Abogada y activista gitana

Séfora Vargas posa con su libro en el Rectorado de la Universidad de Sevilla.
Séfora Vargas posa con su libro en el Rectorado de la Universidad de Sevilla. / Antonio Pizarro
María José Guzmán

03 de diciembre 2021 - 06:00

Séfora Vargas (Sevilla, 1980) es la mayor de cuatro hermanos de una familia gitana de vendedores ambulantes. Aprendió a leer y escribir con sólo cuatro años y la cultura y la formación fueron abriendo su mente hasta que, de repente, empezó a tener sueños distintos. A pesar de haber respetado las tradiciones gitanas, había cuestiones que se escapaban de su lógica. Luchó, perdió batallas pero ganó otras y, tras abandonar sus estudios universitarios sumida en una crisis, logró licenciarse en Derecho trabajando en un mercadillo. Se hizo abogada para ayudar a su pueblo y preside la organización Aproideg. En la pandemia decidió aparcar su carrera para escribir una novela didáctica (El precio de la libertad, lo que le costó a algunas mujeres gitanas ser libre) con la que pretende ayudar a mujeres que no pudieron ni pueden aún cumplir sus sueños.

–El rojo de la portada de su libro es ya una declaración de intenciones.

–Sí. El rojo no es un color que quiera llamar la atención sobre una actitud sexual. Es una reivindicación a la libertad de hacer y decir lo que una mujer quiera con su vida y con su cuerpo. En la comunidad gitana, antiguamente, cuando a una mujer le gustaba pintarse los labios de rojo o ponerse tacones y se casaba, el marido lo primero que le decía era esto se te acabó, todo lo que pudiera ensalzar su belleza natural no era permitido en ese contexto social.

–¿Y eso sigue pasando?

–La comunidad gitana ha cambiado, como le ocurre a la sociedad mayoritaria, pero hay cosas que no sanan, como la violencia machista. Siguen muriendo mujeres, aunque afortunadamente en la cultura gitana no se llega a este extremo de la violencia, de hecho, sólo hay constatadas cinco muertes de mujeres gitanas frente a 1.128 casos en general desde 2003 al 8 de noviembre de este año. Pero sí que hay un retraso en todas las libertades, una involución. Hay muchos foros en redes sociales donde el feminismo tiene una connotación negativa y eso es parte del problema político que tenemos hoy en día. Están resurgiendo partidos de extrema derecha que están haciendo mucho daño.

–¿Hay un feminismo gitano? ¿Y es diferente?

–Sí lo hay. Pero en la mujer gitana todavía ese tema sigue siendo algo nuevo y pintado de connotaciones negativas. Se entiende como la supremacía de la mujer frente al hombre, no como igualdad de oportunidades. Piensan que eso es de payas, lo ven como una agresión. Una de las cuestiones que más diferencian el feminismo blanco, por llamarle de algún modo, del gitano es el tema de la sexualidad. Yo en mi libro lo digo de una manera muy natural: dejen a las mujeres gitanas que decidan sobre sus vaginas, porque la libertad como tal puede ser activa o pasiva, es decir, libertad para tener relaciones sexuales cuando ellas quieran o no tenerlas hasta el matrimonio. Hay muchas muchachas gitanas que quieren guardarse porque entienden la virginidad como virtud, las hay con formación universitaria que se casan y dan el pañuelo. Y luego son las más feministas del mundo. Eso no hace mal a nadie, hay que respetar.

–¿Y qué piensa el hombre gitano?

–Ya hay muchos proyectos que vienen avalados por hombres gitanos. Si vamos de la mano es una garantía y así sí se consiguen las cosas.

–Imagino que ahora será más fácil, con las nuevas generaciones.

–Yo he tenido la suerte de tener unos padres que me permitieron estudiar, me ayudaron todo lo que pudieron pero luego también hemos tenido nuestras diferencias. A medida que una avanza y la mente va abriéndose surge el choque generacional. Yo en el libro digo que hay un planeta de distancia entre la cultura gitana y la mayoritaria paya, es planetaria, son como dos mundos a veces irreconciliables. Hay cosas que son tonterías, pero motivo de crítica en el siglo XXI, como que una mujer gitana vaya sola en coche con un hombre que no sea su marido o familia. Hay mucho por hacer todavía.

–Se lo preguntarán mucho, ¿es un libro autobiográfico?

–Tengo mucho de Siria y Libertad, me identifico con estos personajes que existen, son reales y muchas experiencias las he vivido yo. Salvaguardo su intimidad porque relatan hechos muy duros: discriminación étnica, violaciones, abusos sexuales y violencia. A finales de los años 90 las mujeres no llegaban al 1% de la población universitaria y estaban cambiando la historia sin darse cuenta, pero no tenían referentes. Les costó mucho aunar estudios con cultura.

–El precio de la libertad ha sido muy alto para ellas.

–Sí, el título del libro y hasta el nombre de los personajes están escogidos a conciencia. Hombres gitanos que se han leído mi libro me dicen que es un acto de valentía atreverte a hablar de estos temas.

–Una osadía que afronta después de superar muchas batallas, como Siria.

–Sí, muchas crisis de identidad y en esas crisis o creces o te mueres. Y te sientes muy sola, con mucho desarraigo, no te encuentras ni en tu cultura ni en la mayoritaria y entonces es cuando aprendes. Hay una lucha que hemos tenido muchas mujeres gitanas que hemos estudiado, esa doble agresión de sentirte criticada por uno y otro bando... Pero yo no sé rendirme.

–No ha claudicado nunca de su cultura.

–Admiro y valoro mi cultura, me siento orgullosa de ser gitana porque tenemos valores preciosos y muy positivos: unidad, hospitalidad, fraternidad, la pasión por las familias... Yo encontraba siempre la forma de desechar las cosas negativas que no son valores gitanos. A veces confundimos con valores gitanos las consecuencias de vivir en exclusión social, como la falta de educación o la falta de limpieza. Muchos antropólogos y sociólogos han dicho que la marginalidad estaba ligada a la identidad gitana y eso es una tragedia. Ahora veo otros peligros que tienen nuestras niñas y mujeres.

–¿Cuáles son?

–Las redes sociales, hay una sobreexposición todo se está banalizando, vamos a un estado de la carne donde se nos expone como pechos y glúteos siliconizados... esto no es cultura gitana, eso había sido siempre un escándalo. Sin querer, participamos en que ciertos patrones de conducta vuelvan.

–Usted es muy activa en redes, ¿quiere alertar?

–Si pudiera desaparecer... he tenido que bloquear a gente, pero ahí está gran parte de la visibilidad de mi trabajo. Tengo un blog desde 2012 y me leen de todos los países, sobre todo, de Israel. Pero la población gitana me lee mucho menos, leer no les atrapa pero un vídeo de un minuto sí. Y te tienes que hacer a ello para que tu mensaje llegue.

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