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Isidoro Tapia | Economista

“No hay que dejar de comer carne, sino aprender a producirla con menos CO2”

Isidoro Tapia, economista.

Isidoro Tapia, economista. / D. C.

Isidoro Tapia (Cádiz, 1979) es licenciado en Economía y Derecho por la Universidad Carlos III y MBA por la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania. Su carrera profesional se ha centrado en el sector energético, primero como consultor en el despacho Solchaga Recio y Asociados y, más tarde, como asesor del secretario de Estado de Energía y secretario general del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE). En la actualidad, es experto senior en energía en el Banco Europeo de Inversiones (BEI), aunque insiste en que sus declaraciones son personales y no representan la institución en la que trabaja.

-¿Existe el cambio climático?

-Hay una relación en paralelo entre emisiones e incremento de la temperatura establecida científicamente. Hay dudas sobre cuánto se va a calentar y cuánto podemos tolerar. No es lo mismo un incremento de un grado con respecto a los niveles preindustriales, que si nos vamos a tres o cinco grados, que es cuando corremos el riesgo de que el clima entre en una serie de reacciones en cadena que hagan incluso difícil la vida sobre la tierra. En mi libro (Un planeta diferente, un mundo nuevo, Deusto 2021) intento ponerme en el escenario más positivo, y no en el de los cataclismos. Vamos a ser capaces de evitar los peores escenarios, pero eso no significa que todo vaya a seguir igual.

-¿Los apocalípticos son tan peligrosos como los negacionistas?

-No quiero ser neutral. Es mucho más peligroso hacer caso a los negacionistas que a los apocalípticos. Existe una evidencia científica de que el cambio climático se está produciendo. Pero sí creo que hay que más que llamadas de atención, hay que hacer llamadas de reflexión.

-¿El cambio climático va más allá de un fenómeno medioambiental?

-No sólo cambia el clima, sino nosotros para adaptarnos a él. Cada vez pasamos tiempo en el interior de edificios, y no sólo en el último año por el confinamiento. Las ciudades van a cambiar su configuración. Lo estamos viendo en la electrificación de los vehículos. Y cada vez podemos hacer más cosas con la electricidad. Un estudio calcula que las cosas que hace un hogar moderno equivalen al trabajo de 150 esclavos de la Roma clásica.

-Usted apunta que si queremos ver nuestra sociedad futura, debemos mirar al Japón de hoy. ¿Por qué?

-Japón tiene varios elementos hacia los que nos vamos a mover. El 30% de la población tiene más de 65 años, que es como estaremos nosotros en diez años. También tiene una de las natalidades más bajas del planeta, junto con España, y una de las esperanzas de vida más alta, también junto con España. Y también nos parecemos a Japón en la escasez de recursos. La combinación de sociedad envejecida y aprovechamiento de recursos escasos dibuja algunos de los retos que vamos a afrontar con el cambio climático. Japón ha respondido con una política de inmigración muy restrictiva o con una sociedad en la que la estructura familiar incluye no sólo a los padres, sino a los abuelos, para aprovechar el espacio.

-También menciona la posibilidad de guerras climáticas por el control de recursos escasos. ¿Por qué dice que Siria es uno de los primeros ejemplos?

-Uno de los elementos que más escasos van a ser en el futuro es el agua. Esto es contraintuitivo ya que cuando se analizan los datos climáticos, se esperan precipitaciones más intensas, y al mismo tiempo, más escasez de agua porque cuando cae de forma torrencial, y eso es algo a lo que en Cádiz estamos acostumbrados, no significa que se llenen los acuíferos. De hecho, una de las causas de la guerra de Siria es una sequía entre 2006 y 2010, que provoca un desplazamiento de población que altera el delicado equilibrio político del país. Lo cierto es que ahora mismo hay una serie de recursos que son accesibles y que en el futuro habrá muchas restricciones.

"Confío más en la tecnología que en el cambio de conducta para frenar el calentamiento global”

-El cambio climático supone pedir sacrificios hoy para unos beneficios que tardarán décadas en notarse. ¿Cree que habrá consenso para acometerlos?

-Se nos pide que transformemos nuestro modo de vida hoy para salvar el planeta en muchas décadas, lo que produce una tensión entre generaciones. Pero más allá de pedir un cambio de conducta, lo que se trata es que haya un desarrollo tecnológico que permita mantener un nivel de bienestar parecido con un impacto climático menor. Por ejemplo, no se trata de comer menos carne, sino aprender a producir carne con menos emisiones. O no dejar de viajar, sino intentar viajar emitiendo menos CO2. El 60% de la reducción de las emisiones debe venir de un cambio tecnológico, con tecnologías que a día de hoy no conocemos.

-¿Invocar al aspecto moral y no al tecnológico es uno de los problemas a la hora de hablar de cambio climático?

-Es posible. Este tipo de discursos puede tener eco en sociedades más avanzadas, donde te puedes preguntar sobre el contenido de proteínas de nuestra dieta. Pero cuando metes en la ecuación a países como China o India, la invocación moral no tiene apenas recorrido porque son países donde el contenido de proteínas en la dieta es muy bajo. El cambio conductual es un complemento, pero confío más en aprender a producir carne con una huella de CO2 más reducida que en que se deje de consumir carne.

-¿Cree que aún es posible parar el cambio climático?

-Soy optimista por una cuestión de supervivencia y porque a lo largo de la historia, el hombre ha demostrado una gran capacidad de adaptación al clima. Eso no significa que sea complaciente. Si no hacemos nada, nos iremos a escenarios de mucho riesgo.

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