"Mi escuela musical fueron las emisoras de las bases americanas"

Alfonso Eduardo Pérez Orozco, Periodista

Alfonso Eduardo Pérez Orozco dirigió la segunda edición del Festival de Cine de Sevilla y la IV Bienal, ésta con su hermano José María.

"Mi escuela musical fueron las emisoras de las bases americanas"
Francisco Correal

19 de agosto 2012 - 09:22

-Cine, radio, jazz, flamenco. ¿Por dónde empezamos?

-Por eso mismo se me ha ocurrido escribir mis Memorias. Para ordenar tantas cosas.

-¿Y dónde se iniciarían?

-En El Rocío, donde me concibieron. A mi padre lo destinaron cuando terminó la guerra de maestro de escuela al Rocío. Mi madre me hablaba de un primitivismo tremendo. Cuando le dolía la cabeza le daban una bicha abierta por la mitad y se la ponían en la frente. Era la aspirina de la época.

-Nace en Montellano, en la ruta de los Pueblos Blancos. ¿Allí surge la vocación del flamenco?

-No tenía conciencia del flamenco. Descubro antes el cine en una sala de Educación y Descanso de Huelva de ambiente falangista, y después la música pop, con la escuela de las emisoras de las bases americanas de Sevilla y Morón.

-¿Sigue siendo de pueblo?

-Llego a Sevilla para hacer el Preu y estudiar. Me matriculo en Ciencias Químicas porque mi vocación secreta era la Química Atómica. Pero empecé en Radio Vida y sólo aprobé dos asignaturas.

-Era la emisora de los jesuitas. ¿Con qué hacían el apostolado, con el cine o con la música?

-Con el cine, gracias sobre todo a la labor de un cura brillantísimo, el padre Sobrino, sevillano, que parecía un galán y se había formado en Estados Unidos. Se decía que era el confesor de Sofía Loren.

-¿Descubre la política en la Universidad?

-Y antes. En el Preu tuve de compañero de curso a Felipe González. Le decíamos el mono y el feo.

-¿Cultivó su amistad?

-Cuando llegan al poder, me alejo. Yo nazco en el mismo pueblo que el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, con el que quiero contactar, y estudié sexto de bachiller en el instituto La Rábida con Pedro Rodríguez, alcalde de Huelva.

-Felipe estuvo en su pueblo...

-Iba con mi hermano José María, que es más político que yo. Una vez me llamó Carmen Romero porque quería darle una sorpresa a Felipe, organizarle una fiesta flamenca. Llamamos al Lebrijano, al Nano de Jerez. Fue en la Moncloa, en la inauguración de la Bodeguiya.

-¿Es verosímil que Alfonso Guerra haya visto tantas veces como dice Muerte en Venecia?

-Si es verdad, sería digno de la consulta de Vallejo-Nájera. Es una metáfora, una cosa muy andaluza, como el que dice que ha visto quinientos partidos del Betis.

-Que no es su caso...

-El único deporte que he practicado es el ajedrez. El peor momento que pasé en mi vida fue cuando me llamaron de Radio Vida para sustituir a Manuel Alonso Vicedo en la retransmisión de un partido en el campo del Betis. El siete se la pasa al ocho. No sé cómo salí de allí.

-Es el único que ha dirigido festivales de cine (Sevilla, Tenerife) y la Bienal de Flamenco. Carlos Saura unió esas dos pasiones...

-Y hablamos muchas veces en Madrid de su proyecto. No quiero decir que yo le influyera o asesorara.

-¿Cómo descubre Hollywood?

-Cuando nombran a Pilar Miró directora general de RTVE, me mandó dos años a cubrir la ceremonia de los Oscar. Fue allí donde se me ocurrió lo de los premios del Flamenco, que lleva doce ediciones. Pese a lo que se cree, la base de la ceremonia de los Oscar es la sencillez. Como dicen los americanos: tú haz lo tuyo. Te premian, sales, saludas y te vas.

-¿En los Goya se eternizan?

-Se complican en ocasiones, sí.

-¿Qué nos queda con la crisis?

-¿No es el engaño la base del arte?

-¿Vivió la época en la que el western era un género de derechas?

-Conozco pocas expresiones en las que un pueblo cuente su historia con más ingenuidad y descaro. El equivalente en España sería el cine de Juan de Orduña, con las limitaciones de la época.

-¿Cómo descubre Madrid?

-Con Explosión 68, nuestro particular mayo francés. La Coca-Cola se trajo para la Cadena Ser a José María Íñigo y la Pepsi, a través de Alain Milhaud, mánager de los Canarios, los Bravos o Pop-Tops, me encargó a mí algo parecido. Así surgió Explosión 68. La sintonía no era música, eran bombas.

-¿La química atómica otra vez?

-Pues sí. Un tiempo apasionante.

-No era fácil que voces del sur cuajaran en los clichés del norte: Jesús Quintero, Gonzalo García Pelayo, Alfonso Eduardo...

-Sustituí a Quintero en Estudio 15-18. Gonzalo tiene un mérito increíble. Intentó abrir una brecha de cine comercial y de calidad.

-Un hermano en Madrid, otro en Valencina de la Concepción...

-Yo me decanté más por el rock y José María por el flamenco.

-¿Una vivencia de sus Memorias?

-Haber trabajado con Bobby Deglané en el festival benéfico que siguió a la tragedia de la Operación Clavel en diciembre de 1951. Tenía una gracia, una mala leche, un barroco que no he visto en nadie más.

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