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José Cuenca Anaya | Ex embajador de España

“La intervención del rey Felipe VI tuvo un efecto demoledor en Cataluña”

José Cuenca Anaya.

José Cuenca Anaya. / MG

En sus libros, José Cuenca Anaya (Iznatoraf, Jaén, 1935) combina su tierra y el mundo. Si en 2021 publicó en Renacimiento ‘La ruta de los monteseros y otros relatos’, la misma editorial saca ‘Cataluña y Quebec. Las mentiras del separatismo’. Nadie se lo quería publicar en Cataluña, en 2019 se atrevió Ediciones Insólitas, la pandemia frustró su presentación en varias ciudades y Renacimiento lo retomó. Cuenca ha sido embajador en Bulgaria, Rusia, Grecia y Canadá, escenario de este apasionante ensayo de Derecho comparado.

–¿Peca de optimismo cuando dice que al soberanismo le queda una generación?

–El catalanismo existirá siempre. Pero el soberanismo, entendido como asalto a la unidad de España, ha entrado en pérdida de velocidad. Entre otras razones, porque no tiene cabida dentro del proyecto europeo. En Bruselas ya lo saben, y lo han dicho; los independentistas no se han enterado todavía.

–Ya es mala suerte, pensarán algunos independentistas, que usted haya sido embajador en Canadá durante cuatro años…

–Y allí he visto lo que sucedió en Quebec, donde el partido de la independencia llegó a tener 80 escaños en la Asamblea de la provincia y hoy cuenta solo con 10. ¿Quiere esto decir que van a desaparecer? No lo creo. Siempre estarán ahí; pero ya no son una amenaza a la integridad territorial de Canadá.

–Para referirse al separatismo catalán habla de secta. Boadella dice que es la única secta en el mundo con dos millones de miembros…

–Lo dice Boadella y otros autores que opinan como él, dentro y fuera de España. Hace falta ser muy sectario para que alguien lave con lejía, como han hecho en el pasado, las baldosas que pisaban los llamados despectivamente españolistas.

–Habla del papel del rey Felipe VI y del Tribunal Supremo como artífices de las dos derrotas del separatismo.

–La intervención serena y contundente de S.M. el Rey Felipe VI, en el momento apropiado, tuvo un efecto demoledor para los que organizaron la ridícula consulta del 1 de octubre. Los independentistas comprobaron que con el discurso de Su Majestad habían perdido la batalla. Y el mundo vio con claridad de qué lado estaban la razón y la verdad.

–Pone tres ejemplos para refutar el heroísmo y la resistencia de Barcelona en la guerra. ¿La que resistió fue Madrid?

–Madrid resistió casi tres años el embate de los ejércitos de Franco, mientras que Yagüe entró en Barcelona y recorrió sus avenidas sin disparar un tiro. No fue un enfrentamiento, sino algo parecido a un desfile militar, entre besos, colgaduras, banderas rojigualdas y claveles.

–Quebec convocó dos referéndums en mayo de 1980 y octubre de 1995. El segundo casi lo ganan. ¿Por qué se ha desinflado?

–Quizá sea oportuno señalar que las normas constitucionales canadienses permiten esas consultas, que no tienen cabida en nuestra Carta Magna. En el referéndum de octubre de 1995, el No ganó solo por medio punto. Parecía que Canadá se fracturaba. Sin embargo, la inteligente y enérgica labor de su primer ministro, Jean Chrétien, lo ha impedido. Hoy, ni la situación interna ni la internacional favorecen la escisión.

–Dice que es fundamental tomar la iniciativa.

–Sí, hay que tomar la iniciativa, para volver a la normalidad. Algún día surgirá un líder capaz de articular un proyecto político ilusionante, que defienda los intereses de todos los catalanes por igual, acabe con los viejos planteamientos trasnochados y abra las vías de la modernidad a una Cataluña rica, próspera y diferente, dentro de la unidad de España.

–¿No es ridícula la campaña contra la lengua española cuando en Barcelona fue donde García Márquez y Vargas Llosa pusieron los cimientos del realismo mágico?

–Combatir el idioma español -el ‘lenguaje de las bestias’, según Torra- ha sido política constante del separatismo catalán, a pesar de ser lengua materna de más de 20 países, hablada por 600 millones de personas. Cuando visité por vez primera California, con más de 11 millones de hispanohablantes, dediqué un recuerdo a los dos grandes personajes que allí introdujeron nuestro idioma: Fray Junípero Serra, un mallorquín, y don Gaspar de Portolá, un catalán.

–Escribir en España es llorar, dijo Larra. ¿Y publicar en Cataluña?

–Las mentiras del separatismo nació como un libro maldito: nadie lo quería publicar. Al fin encontré un grupo de jóvenes animosos que se atrevieron con él. Hoy lo saca ‘Renacimiento’ en una magnífica edición.

–¿Vale para Cataluña lo que dice sobre Quebec, que no cabe recurrir al derecho de autodeterminación porque no es un territorio sometido a dominación colonial?

–El Tribunal Supremo de Canadá, en su dictamen de 20 de agosto de 1998, lo dejó muy claro: en Quebec no se dan las condiciones que establecen las Naciones Unidas para el ejercicio del derecho de autodeterminación. Ni tampoco en Cataluña, añado yo.

–Fue embajador en Moscú y vio a Gorbachov anunciar el final de la Unión Soviética. ¿Son verosímiles los puentes entre Putin y el independentismo catalán?

–Los medios han publicado la fecha exacta en que Puigdemont se reunió en Barcelona con unos emisarios rusos. Hoy, Bruselas se está ocupando del problema, para determinar dos puntos: qué temas se trataron y en nombre de quién actuaban esos ‘invitados’. Por tanto, es prematuro pronunciarse: pero se trata de un tema que puede presentar perfiles extremadamente graves.

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