Óscar Velasco | Chef
"La presión no está en las estrellas, se sienta a la mesa"
Javier Castillo | Escritor
Desde que publicara su primera novela, El día que se perdió la cordura (2017, autopublicada previamente en 2014), Javier Castillo (Málaga, 1987) ha ganado un millón de lectores en todo el mundo, con sus libros traducidos a numerosos idiomas y convertido en un fenómeno de masas sin muchos precedentes en la literatura española. Novelas como El día que se perdió el amor (2018), Todo lo que sucedió con Miranda Huff (2019) y La chica de nieve (2020) juegan a placer con las reglas clásicas del thriller servidas a lectores del siglo XXI. Ahora publica su nuevo título, El juego del alma (Suma de letras).
-¿Es tal vez El juego del alma su novela más madura, con perdón?
-¿En qué sentido?
-Es la más reposada y la más introspectiva.
-Yo diría que Todo lo que sucedió con Miranda Huff es mi novela más lenta. Pero sí, es cierto que El juego del alma mira muy hacia adentro, en gran medida porque la protagonista se enfrenta a sus propios demonios mientras investiga la desaparición de una niña. Es una periodista obsesionada con esta búsqueda y que reacciona de manera irascible ante cualquier flirteo. Sus secretos tienen tanto o más peso que la suerte de la pequeña.
-Esos secretos tienen que ver con las agresiones sexuales que la protagonista sufrió en el pasado. ¿Dónde encontró la inspiración para narrar ese tormento?
-En realidad esos mismos secretos venían ya de la anterior novela, La chica de nieve, así que cuando empecé a escribir El juego del alma la cuestión de cómo contar ese enfrentamiento interno ya estaba resuelta en gran parte. Lo cierto es que mi personaje lleva esa experiencia al extremo, a una ira que no disimula. He conocido a víctimas de agresiones sexuales y, por lo general, con el tiempo van reconduciendo la rabia hacia una especie de tristeza hermética. Pero no es así en el caso de mi novela.
-El paisaje es otro protagonista más de la historia. ¿Por qué se decantó por el extrarradio neoyorquino?
-Tengo que decir, ante todo, que disfruto mucho decidiendo las localizaciones de mis novelas. Comienzo haciendo una búsqueda exhaustiva por Internet y luego recopilo toda la información posible. El entorno de El juego del alma es un territorio inhóspito, desolado y a la vez paradójico, porque forma parte del mismo entramado urbano de Nueva York. Desde este sitio se ve la ciudad entera pero, al mismo tiempo, el horizonte, con la inmensidad del océano, es estremecedor. Así que pronto quedé convencido de que se trataba del lugar ideal para la desaparición de una niña que, simplemente, atraviesa un puente. Aunque no fue fácil describir cómo.
-Precisamente, ¿le ha facilitado la experiencia en las novelas anteriores la escritura de El juego del alma?
-No. Ha sido mi novela más difícil. Comencé a escribirla en abril del año pasado, en pleno confinamiento, y me resultaba muy complicado abstraerme del día a día, de los protocolos que seguíamos en casa y de toda la preocupación para centrarme en la historia. Fue complicado.
-Sin embargo, La chica de nieve fue la novela más leída en España durante el confinamiento.
-Así es. Confieso que al principio me sentí el escritor menos afortunado del mundo. La novela se publicó dos días antes del decreto del Estado de Alarma. Las librerías cerraron de repente y no pudieron vender sus libros por Internet hasta algún tiempo después. Sin embargo, en cuanto la gente pudo volver a comprar libros La chica de nieve figuró entre los más vendidos, y entonces todo cambió de repente: me sentí enormemente afortunado por poder acompañar a tanta gente en momentos tan difíciles, por poder ofrecerles una alternativa para ocupar su tiempo, otra cosa en la que pensar y con la que distraerse. Tengo claro que nadie olvidará los libros que leyó durante el confinamiento, es algo que se nos quedará grabado para siempre, como las imágenes del 11-S. Estar ahí es algo muy, muy especial.
-¿Le pesa el millón de lectores que han contabilizado sus novelas?
-Intento que no me pese. Cuando escribo, pienso en un grupo pequeño de lectores. Recuerdo tal vez diez o quince personas de las que vinieron a una presentación en concreto y me atengo a eso. Si pensara en el millón, no sé si podría escribir.
-Eso recuerda de algún modo a los consejos que daba Stephen King en su libro Mientras escribo.
-Admiro mucho a Stephen King, pero si tuviera que citar a alguien de quien he aprendido, y a quien he leído con la intención decidida de aprender, nombraría a Stieg Larsson. Le bastaron tres novelas para ejemplificar todo lo que hay que saber sobre la novela negra, sobre cómo funciona, en qué consiste, especialmente a la hora de abordar temas como la corrupción y el dolor personal en un trasfondo sobre el que está contando otra cosa. Su trilogía es el curso más completo que existe sobre novela negra. Si alguien quiere conocer el género, le recomendaría que empezara por ahí.
-¿Se ve, quizá a largo plazo, cultivando otro género? ¿Tal vez la novela romántica o la ciencia-ficción?
-Me siento cómodo en el thriller. No descarto escribir otras cosas, pero lo haría en todo caso ateniéndome a las reglas del thriller, que perfectamente pueden aplicarse a otro género. Es más, creo que si renuncias a sorprender al lector, si descartas las emociones, es muy difícil hacer una buena novela, tal vez imposible. Para atenerse en exclusiva a lo literario hay que ser demasiado bueno.
-¿Existe la fórmula para la novela perfecta?
-La novela perfecta es el Quijote, y hay a quien no le gusta. Siempre habrá quien rechace la novela perfecta. Y eso es un estímulo para seguir.
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