Julen Berrueta | Periodista y escritor

“Todo político que habla sobre la Guerra Civil vomita estereotipos”

Julen Berrueta, durante la entrevista con este periódico.

Julen Berrueta, durante la entrevista con este periódico. / Juan Carlos Vázquez Osuna

Julen Berrueta (San Sebastián, 1996) estudió Periodismo y Humanidades en la Universidad Carlos III. Ha sido redactor en varios medios y se especializó en Historia Contemporánea en el máster impartido entre las universidades Autónoma y Complutense de Madrid. Su línea de investigación se ha enfocado al estudio del trauma de los españoles internados en campos de concentración de la Unión Soviética. En Un amigo en el infierno (Espasa), su primera novela, narra la estancia de 35 prisioneros republicanos en un gulag y su convivencia con antiguos miembros de la División Azul.

–La novela narra la amistad que surge entre el republicano Morales y el capitán falangista Garmendia. ¿Eso es ficción o ciencia ficción?

–Para algunos quizás sea ciencia ficción, pero estas cosas sucedieron. Morales es un comunista con sus propias contradicciones y Garmendia no es franquista al uso, es falangista, y muchos falangistas no soportaban a Franco. Otra cosa es la intencionalidad de la novela. Yo intento no ensalzar esa teoría de la equidistancia que se impartió después de la Transición. Es decir, que hubo dos bandos y los dos nos matamos. Al final el protagonista es el republicano, hay una narración en primera persona y no es casualidad. Desde mi perspectiva hay unos golpistas y un orden constitucional republicano democrático. No hay Guerra Civil sin un golpe de estado fallido. No quiero dividir la responsabilidad moral de lo que ocurrió, no es lo mismo lo que hicieron unos y otros. Eso no implica que estemos juzgando al abuelo de nadie.

–En otras palabras, no intenta blanquear el falangismo.

–No. He leído mucho sobre falangismo y, hay que decirlo, los poetas falangistas escriben muy bien, pero no.

–Dice Garmendia que Queipo de Llano era republicano y que Franco no era fascista.

–Eso es así. Queipo era republicano y de repente se adhirió al golpe. Y Franco tampoco fue fascista. Los nazis y los fascistas italianos eran revolucionarios porque no se fiaban del ejército, por eso los nazis crean las SS y el fascismo italiano, las camisas negras. Y además eran más laicos que otra cosa. Pero el franquismo es cero revolucionario, al contrario de lo que querían los falangistas. El franquismo se basa en la Iglesia y el Ejército y al final la Falange se vio abocada a un segundo lugar, incluso marginada. Al volver de la División Azul, algunos se encontraron con una España que no reconocían.

–En la dialéctica personas-ideologías, ¿en la novela gana la empatía pero hoy en día ganan las ideologías?

–La empatía siempre es posible, pero la derecha intenta eclipsar algo que no entiendo por qué. No hay nada negativo en vaciar las cunetas y encontrar a la gente desaparecida, no entiendo que una persona pueda estar en contra de estos actos. La única explicación que me doy es que en el fondo ellos piensan que fueron los buenos. Mientras haya esa división en la sociedad, España seguirá siendo así. En Euskadi, de donde vengo, la derecha defiende la memoria histórica. En Europa, tras el trauma de la II Guerra Mundial, las izquierdas y las derechas se ponen de acuerdo y hacen políticas conmemorativas. Aquí es imposible, España sigue vertebrada entre derecha e izquierda, una asociada al franquismo y otra a los republicanos. Así no hay empatía posible.

–La novela también tiene que ver con el respeto a las ideas de los otros.

–En todos los bandos hubo mucho dolor, ejecuciones y muertes de inocentes. Podemos encontrar responsables, pero eso no quita para que a Ramiro de Maeztu lo mataran o para que ocurriera lo que ocurrió en Paracuellos.

–¿Separa más la Guerra Civil ahora que quince años después de que acabara?

–Probablemente sí, porque ahora estamos en una democracia y están hablando los que no hablaron en su momento; ahora pueden. España sigue en un trauma colectivo y esa herida invisible hay que curarla no con puntos de sutura sino con terapia, con políticas de memoria histórica. Yo estoy agotado de los mismos debates. Cuando se acepten esas políticas, esto se normalizará y la herida habrá sanado, igual que en Europa se curó el trauma de la II Guerra Mundial.

–¿Eso es una utopía con el panorama político actual?

–Es una utopía porque todos lo utilizan de forma muy partidista. Todo político que habla sobre la Guerra Civil, de los dos bandos, vomita estereotipos que no son la realidad, son clichés. Los políticos saben lo que la gente quiere oír para ganar votos, tanto un bando como otro.

–Dice Garmendia: “Ojalá las dos Españas sepan vivir pese a sus diferencias”. ¿Sigue habiendo dos Españas?

–Hay dos Españas en lo estético y lo cultural, nos las explicaron nuestros abuelos y hemos construido una identidad a través de ello. Por eso no triunfa la memoria histórica. Algunos siguen asimilando que el franquismo fue mejor de lo que pudo haber sido una victoria republicana. Quien diga que si hubiera ganado la República se habría instaurado una dictadura del proletariado no tiene ni idea de historia. Cuando vemos una película y se dice "otra sobre la Guerra Civil"... ¡De verdad que no hay tantas! No hay tantas bien hechas. Y esas personas luego no te saben hablar de la Guerra Civil. No paran, como si tienen ahí un fantasma, pero no saben ni de qué año a qué año fue, ni qué idiosincrasia había entre los bandos, las peleas entre los republicanos, los falangistas, los carlistas... Si lo conocieran, probablemente estarían más cerca de desaparecer esas dos Españas culturales.

–¿Cuántas generaciones harán falta para que esto no sea un tema casi transversal de la política española?

–Hay dos formas de que desaparezca de la agenda política. Una, que estemos en 2060 y ya no queden descendientes vivos o descendientes de descendientes y se olvide. Eso sería una tragedia porque ocurriría de manera forzosa, dejando pasar el tiempo y sin sanar esa herida. Y la otra es que la derecha acepte que no hay ningún problema en aplicar la memoria histórica. En cuanto lo acepte, la izquierda no podrá achacar al PP que es continuista del franquismo y a Vox que es franquismo.

–¿Cree que a los jóvenes les importan estas cosas?

–Yo quizás estoy en una burbuja con mi carrera y el máster y vivo en un ambiente muy politizado, pero es verdad que quizás a la mayoría no le interesa. Espero que aun así mi libro se venda. Quizás sea positivo que los jóvenes lo vean como algo lejano, pero hay que hacer políticas de inclusión y memoria para que nadie esté resentido y no venga un joven a responsabilizar de la muerte de su abuelo al de enfrente.

–¿La Guerra Civil se enseña como se debe enseñar en los colegios y los institutos?

–No. En esto estamos de acuerdo los dos bandos. Es un tabú y muchos profesores no quieren darla porque a lo mejor al día siguiente viene un chaval y dice “mi padre me ha dicho esto...”. No se está enseñando bien ni en la universidad, hasta en Historia se da mal. Yo he tenido que llegar al máster para entender las diferentes violencias que hubo en la Guerra Civil. Recomiendo el libro La asignatura pendiente (Enrique Javier Díez Gutiérrez), que es justamente cómo se utiliza la teoría de la equidistancia para contentar a todos. Y profesores no expertos en el tema dicen que lo tratan de forma imparcial. La imparcialidad no existe.

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