“El problema no es la comida, es la culpa por engordar”

Pablo Ojeda | Nutricionista

Pablo Ojeda: “El problema no es la comida, es la culpa por engordar”
Pablo Ojeda: “El problema no es la comida, es la culpa por engordar” / Juan Carlos Vázquez

Sevilla/Vincular el control del peso a la perspectiva psicológica es por lo que apostó Pablo Ojeda (Sevilla, 1982) que había estudiado Turismo y comenzó su vida laboral como comercial de maquinaria en una empresa propiedad de su padre. Por propia experiencia vital cuando cumplió 30 años estudió nutrición. Copropietario de las clínicas Vitamind, es miembro de la Sociedad Española de Estudios de la Obesidad, en el grupo de trabajo de psicoobesidad. Está volcado en la divulgación y acaba de publicar Comida, vamos a llevarnos bien (Planeta, 2022), que firma junto a la celebrity Virgina Troconiz.

–¿Somos lo que comemos?

–Indudablemente. Lo que pasa es que no sirve ser solamente somos lo que comemos sin saber por qué elegimos lo que comemos. Todo el mundo sabe el concepto de qué es comer bien: cosas a la plancha (pescado, carne, verduras). ¿Por qué no lo hago? Esa reflexión creo que es la que se debería haber hecho hace muchos años y todavía no se ha hecho. Si las dietas funcionaran, todo el mundo estaría delgado. Pero la realidad es una: que en el año 2030 se prevé que el 85% de la población española tenga sobrepeso y obesidad. Y es que el contexto está cambiando mucho en los últimos años. Cada vez tenemos más situaciones de estrés, ansiedad o conflictos. Situaciones que se nos escapan en nuestra vida diaria. Y la comida es un gran aliado y acudimos a ella para afrontarlas.

–El libro trata de vincular el hecho de comer con sentirse bien e incluso con el sentimiento de la alegría de sentirse, ¿por qué?

–Actualmente el problema no es la comida, es la culpa. Vivimos en una sociedad absolutamente dicotómica. Bueno o malo, prohibido o permitido, negro o blanco, PSOE o PP. Esto funciona así. Cuando comemos algún alimento de los catalogados malos, prohibidos o insanos, aflora ese sentimiento de culpa. Y detrás vienen después las decisiones que son erróneas. Tomarse una palmera de chocolate en un momento determinado es mucho mejor que un filete de pollo a la plancha. Indudablemente, porque te va a permitir seguir con más usos y costumbres buenas. No pasa absolutamente nada. Ningún alimento por sí solo engorda. Ninguno. Sea la pizza más procesada.

–¿Engordas tú, no?

–Claro. Pero por un exceso de energía, por el contexto, no por el elemento en sí, de manera aislada. Y eso es lo que tenemos que inculcar, el contexto.

–¿Pero por qué llevarlo a lo emocional? ¿Tan importante es el estado emocional a la hora de elegir qué como?

–Porque es puramente emocional. Al comer segregamos una sustancia que se llama dopamina. Tenemos una parte en el cerebro que se llama el sistema de recompensa. Al comer comidas azucaradas, con grasas un poquito más densas, más palatales, se libera muchísima dopamina. Tu cerebro sabe que con ese tipo de alimento va a tener una sensación de placer, de bienestar. Situaciones de estrés, de ansiedad, de problemas, los niveles dopaminérgicos bajan mucho y de una manera muy inconsciente sé que tengo ahí mi droguita para olvidar el mundo. Y por eso la vinculación emocional, sentimental, está tan ligada con la alimentación.

“Tras la pandemia, los casos de trastorno alimentario han subido exponencialmente en los chavales”

–¿Cómo definiría en pocas palabras su propuesta para no estar peleado con la comida, que al fin y al cabo es un poco el leitmotiv de este libro?

– Es el leitmotiv de la vida de muchísima gente, muchísimo más de lo que podemos creer. Yo me dedico al mundo de la nutrición y de la psicología. En mis clínicas y cada vez vemos que, tras pasar esta pandemia, los casos de trastorno de la conducta alimentaria han subido exponencialmente en los chavales. Precisamente porque la comida es un ámbito donde uno puede tener un poco el control. De qué como y qué no. De si quiero pasar hambre o si me quiero hartar. Es muy importante decirle a la población que la comida sólo es comida. No es un juez que te juzga. No es un policía que te va a arrestar. Lo más importante es desarrollar herramientas en otros ámbitos y no solamente quitar y poner una pieza de comida para contar las calorías. Eso no sirve para nada.

–Usted dice con frecuencia eso de que no hay que fijarse en los numeritos, refiriéndose a las calorías.

–Hay que fijarse en la calidad de los ingredientes. Alimentarnos con alimentos que no tengamos que buscar ninguna propiedad mágica. El alimento que es bueno, no necesita ninguna etiqueta, se sabe.

–¿Por qué decidió hacer este libro a cuatro manos?

–Durante la pandemia, se me ocurrió hacer directos con gente conocida para hablar precisamente de la salud emocional y de la salud alimentaria. Lo hice con Pedro García Aguado, David Ferrer, Carmen Chaparro... Y con Virginia [Troconiz] hice uno donde vi que la gente estaba muy interesada en qué hacía para estar bien. Me consta que Virginia no hace gran cosa. Es muy constante. Que es la palabra mágica, la constancia, que a veces está en desuso. Y entonces se me ocurrió dar mi versión profesional respecto a las experiencias de una persona que llegara al público y con la que la gente se identificara, porque podría ser muy valioso.

–¿Pesó más su perfil de personaje público o que proyectaba la imagen de lo que quería contar?

–Todo. Su perfil público porque llega a mucha gente y su perfil personal como madre de dos niños que vive en su casa, que lleva las cuentas, que hace deporte, que va a eventos, que no se pierde una copita de vino. Y encima come bien y tiene un tipazo. Me interesó más esa parte personal de Virginia que el personaje de televisión.

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