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Perfil: Miguel Arias y el 'cañetazo'

  • Una mezcla de cansancio y rabia hizo cometer al candidato popular un error de parvulario en televisión que acabó por marcar toda la campaña

En la redacción de El Intermedio, el telediario satírico de La Sexta que conduce el Gran Wyoming, hubo gritos de júbilo entre los guionistas cuando escucharon la frase de Miguel Arias, Cañete para sus rivales, en la que proclamaba, en una lectura rápida, su superioridad intelectual sobre las mujeres. Ante unas elecciones tan sosas como las europeas lo dicho por el candidato popular en el programa de Susanna Griso era una veta inagotable de chistes.

¿Qué es lo que le pasó a un experimentado Miguel Arias, ya para siempre Cañete, cuatro décadas en diferentes líneas de la política, para cometer semejante error de parvulario, justamente el error que más temían sus asesores? Pues posiblemente eso, la obsesión de sus asesores por no cometer ese error, el sacar en campaña un tema tan visceral como el machismo, llevó al error.

No es muy difícil adivinar a Miguel Arias rumiando su rabia después de haber finalizado el único debate de la campaña. De nada serviría que sus dos asesores de comunicación, los que el sociólogo Pedro Arriola puso para embridar el carácter socarrón del candidato, le dijeran que había hecho lo que tenía que hacer. Arias sabía que había sido derrotado por Elena Valenciano y que esa derrota era debida a que se había ceñido al guión marcado por Arriola: datos y más datos y no entrar nunca en el cuerpo a cuerpo. Por eso Arias, que puede ser un brillante orador y es hábil en el intercambio de golpes dialécticos, hundió sus gafas de docto profesor especialmente pensadas para esta campaña en los papeles y apenas las levantó de ahí. Incluso se mantuvo en el rincón cuando recibió la esperada arremetida de Valenciano, que le recordó alguna frase dicha en el pasado que podía sonar vagamente machista. También estaba en el guión y Arias encajó. Por tanto, los asesores estaban satisfechos. Vale, podían haber perdido el debate, pero un debate que no había sido seguido ni por dos millones de espectadores a casi diez días de las votaciones se perdería en la vorágine de la campaña a las pocas horas.

Pero Arias es un hombre orgulloso y, a pesar de ser del Atleti, no le gusta perder. Unos días antes, en una comida en Jerez con compañeros de partido, había reconocido que lo único que le preocupaba de la campaña era el debate y dijo lo mismo que, posteriormente, le diría a Griso desbaratando toda la estrategia de Arriola. Lo curioso es que lo que dijo no es lo que pensaba él. Arias suele elegir muchas mujeres entre sus colaboradores. Uno de sus mayores logros como ministro de Agricultura, el acuerdo de pesca de la UE con Marruecos, se construyó gracias al trabajo de Arias con tres mujeres: su admirada Carmen Fraga, hija de Manuel Fraga y compañera suya durante años en el europarlamento; Isabel García Tejerina, su sucesora en el Ministerio, y la griega Maria Damanaki, comisaria de Agricultura y Pesca. No, Arias no dijo lo que pensaba él, sino lo que pensaba Arriola y, en realidad, Arriola no pensaba en las mujeres en general, sino en Valenciano en particular, eurodiputada durante una legislatura que no dejó huella y cuya carrera profesional se ha realizado íntegramente dentro del PSOE. Valenciano no terminó ninguna carrera superior porque se aburría estudiando, pero es política de raza y sabe cuándo agarrar a una presa. Cañete le acababa de entregar con un lacito la campaña electoral.

Frente a ella, Arias es un veterano negociador en instituciones europeas y conoce como pocos sus interioridades, pero es un mal mitinero, que es a lo que se refería Arriola en su estrategia interna. Es decir, Miguel, no seas arrogante que en frente no tienes a Jaúregui, no intentes demostrar que eres más listo que Valenciano, porque no es eso lo que quieren los votantes. A los votantes no les gustan los listos. Esa era la estrategia y las estrategias no se airean. Por lo que no es muy difícil suponer que Arriola, tranquilo tras el discurrir del debate, se llevara las manos a la cabeza al ver que sólo unas pocas horas después Arias desbarataba todo el trabajo y en un ataque de pánico ordenara, en una táctica sin precedentes, esconder al cabeza de cartel. Una semana tardaron en darse cuenta de que era obligado abordar el tema y se hizo en una cadena amiga, la Cope, con unas disculpas que no sonaron a nada, mientras en Europa se instalaba la idea de que la derecha española presentaba de candidato a un furibundo machista.

Arias ganará o perderá las elecciones, pero en su ánimo estará que tanto asesor y tanta estrategia sólo sirven para liarle a uno. Que tanto asesor y tanta estrategia se han podido llevar por delante su puesto de comisario europeo. Que tanto asesor y tanta estrategia hicieron que Arias, en un acto de instintiva rebeldía, se transformara en Cañete.

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