Una leve distracción dominical

Málaga

Nuevo San Andrés y Dos Hermanas, los barrios más castigados por el paro en Málaga, acudieron a votar con una participación notable, pero fuera de los colegios los vecinos delataban más escepticismo que ilusión

Ambiente electoral bajo una cornisa con latas de cerveza, ayer, en Nuevo San Andrés.
Ambiente electoral bajo una cornisa con latas de cerveza, ayer, en Nuevo San Andrés.
Pablo Bujalance / Málaga

21 de noviembre 2011 - 01:00

PARA un parado, lo bueno del domingo es que su rutina se parece más a la de quienes tienen un puesto de trabajo. Pero las urnas no entienden de nóminas ni de índices de desempleo. En Nuevo San Andrés, el barrio más castigado por el paro en la capital malagueña, quienes acostumbran a deambular en sus bares y espacios públicos sin nada mejor que hacer desempeñaron ayer el noble oficio de depositar la papeleta en la urna con la misma intensidad, participación y entrega que quienes disfrutan de un contrato, así que la fiesta de la democracia contribuyó, al menos, para disimular aún más las diferencias. Pero la lluvia se cobró mucho más protagonismo, en la medida en que esos mismos espacios públicos que sirven de pasatiempo a quienes sólo esperan que acabe el día quedaron anegados e inútiles. Para tomar el pulso de la jornada había por tanto que visitar los bares, porque la panorámica que ofrecían los colegios electorales, con una participación más que notable ya desde la mañana, no bastaba para evaluar en profundidad lo que se esperaba del pulso. Eso sí, los bazares y los negocios de alimentación regentados por asiáticos mantenían sus horarios habituales, así que tampoco faltaron latas de cerveza engullidas al amparo de una cornisa. Así que entre la novedad y la rutina, el domingo fue apenas eso, otro domingo con las manos en los bolsillos que ofreció esta vez una leve distracción a sus acólitos.

En el corazón del barrio, el centro ciudadano de la calle Tres Cruces registró así desde primera hora de la mañana una afluencia considerable que no declinó hasta primera hora de la tarde. Hubo algunos problemas de ubicación por parte de ciertos vecinos que fueron enviados desde allí a los dos colegios electorales contiguos de Dos Hermanas (en el centro ciudadano Adolfo Cervantes y el colegio Espíritu Santo) para ejercer su derecho al voto, después de que se comprobara que aquél no era el que les correspondía. Del mismo modo, ya en Dos Hermanas, algunos que acudieron al Adolfo Cervantes fueron amablemente conducidos al Espíritu Santo, y viceversa. Al mediodía la confusión creció hasta tal punto que un grupo de vecinos afirmaron que sus listas estaban en un colegio distinto del que les correspondía. Hasta compareció Celia Villalobos para poner un poco de orden. Preguntados en las mesas electorales, sus portavoces declinaban hacer cualquier comentario al respecto y aseguraban que todo se había debido a la confusión de algunos votantes. Hechas las comprobaciones pertinentes, todo parecía estar ciertamente en orden. De vuelta a Nuevo San Andrés, una mujer que parecía no haberse levantado con muy buen pie instruía a su marido sobre cómo se votaba en blanco y cómo se votaba "en nulo". Mientras, un hombre con gafas de lectura y chándal víctima de un programa desafortunado en la lavadora decía a su compadre bajo el paraguas: "Ganar ganarán, pero a ver si no ganan por tanto". Poco antes de la hora de comer, los tres colegios electorales registraban un amplio volumen de votantes. El responsable de una de las dos mesas del centro Adolfo Cervantes confirmaba que hasta poco antes la cola había llegado hasta la puerta. Un compañero afirmó, a falta de los primeros recuentos, que la participación era en ese momento en el barrio más alta que la de las elecciones de 2008. "Pero no tengo muy claro si eso va a beneficiar al PSOE", opinó por su cuenta un señor mayor con chaqueta de pana. Fuera, tres amigos comentaban la jugada mientras decidían dónde tomar una caña: "En el fondo da igual quien salga. El que gane tendrá que apechugar con lo que haya, y esto no va a cambiar tan fácilmente", dijo uno mientras los otros dos asentían con pasividad.

Ya en los bares, o en las reuniones improvisadas bajo cualquier refugio contra la intemperie, el tono de los análisis se mantenía y ofrecía una considerable paradoja respecto a las colas de votantes en los colegios electorales. El escepticismo reinaba, como si los tertulianos no concedieran precisamente mucho valor al contenido de sus votos. Un jubilado que iba con su mujer del brazo por la calle Emilio Lafuente Alcántara se acercó a dos jóvenes que tomaban más cerveza de pie junto a la puerta de un bar y les preguntó con complicidad vecinal: "¿Habéis ido ya a votar?" "Él sí, yo todavía no, pero voy a ir ahora con mi padre", respondió el más bajito del dúo. "Eso está bien, hay que votar", sentenció a su vez el setentón, sonriente como si estuviese enseñando su barrio a los turistas. Pero un hombre que comía un bocadillo justo al lado, sentado en el mínimo bordillo que brindaba una persiana cerrada, decidió entrar en materia sin haber sido invitado: "¿Para qué hay que votar? ¿De verdad cree usted que quien salga va a arreglar esto?". Los dos que seguían en la puerta del bar se quedaron callados, pero una mujer que tomaba un café en la terraza bajo el parapeto de plástico también se permitió opinar: "Pues yo también estoy en paro, pero he votado. No me gusta lo que viene". Y llovió más. Como si el domingo no diera más de sí.

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