El norte también se quema, ésa es la terrible novedad de la ola de incendios

Ni los bosques y brañas del Cantábrico ni sus comunidades autónomas han contemplado los incendios forestales como un peligro de los veranos

Muere un bombero en León y se elevan a cuatro los fallecidos por los incendios de este verano

El incendio de Camaleño cruza la divisoria de León a Cantabria, ya en Picos de Europa.
El incendio de Camaleño cruza la divisoria de León a Cantabria, ya en Picos de Europa. / 112

Llegó. El fuego ha sido un elemento común, y hasta cierto punto reequilibrador, del monte y el matorral mediterráneo, de los extensos bosques pardos de las sierras andaluzas, pero a lo que estamos asistiendo este verano es a una extensión de los incendios a unos ecosistemas donde rara vez existía esta variable. Los incendios en el concejo de Somiedo, en Asturias, en un paisaje de hayedos y brañas, en la montaña leonesa, en los Picos de Europa y alrededor del Lago de Sanabria están dibujando una realidad distinta que pronto veremos en los montes vascos y en los Pirineos.

Galicia es un caso especial, ya han ardido 62.000 hectáreas, pero en 1989 se llegó a las 191.000 hectáreas. Galicia es una región con una relación muy compleja con el monte, que es el escenario donde se representan todos los conflictos del mundo rural. Es, este sentido, más parecido a Portugal, un país donde sus grandes bosques atlánticos fueron sustituidos a lo largo del siglo XX por un mosaico de manchas de repoblación sin conjunto ni equilibrio.

Admitamos que muchas de las comunidades del norte no se han preparado para este fenómeno. Del mismo modo que en Vizcaya y Guipúzcoa no hay un solo embalse para abastecimiento humano, los dispositivos contra incendios en la mayor parte de estas autonomías son insuficientes por razones, hasta ahora, históricas.

La enseñanza andaluza contra los fuegos, que ha sido larga y dolorosa, con muchos muertos en décadas pasadas, muestra que no hay quien acabe con los grandes incendios una vez desatados -sólo el tiempo meteorológico y el agotamiento del combustible los debilitan-, la clave reside en actuar en los primeros minutos, de tal modo que el conato no se convierta en algo más. Y para ello es necesario una red de vigilancia que cubra todo el territorio y un dispositivo potente de actuación. En el incendio de Aroche, en Huelva, la semana pasada, acudieron hasta 17 medios aéreos en una sola tarde.

Los grandes incendios se apagan cuando quieren, la clave es impedir que los conatos lleguen a más

Poco más se puede hacer después. Por eso los grandes incendios que están quemando Cáceres, León y Orense sólo se apagarán cuando las temperaturas bajen a lo largo de esta semana. En los incendios de Sierra Bermeja, en Málaga, hace dos años se demostró que hay un momento a partir del cual llevar más medios tampoco aporta mucho. Lo que sí se debe hacer mientras tanto es proteger a la población.

La sucesión de más olas de calor y de mayores temperaturas en todas las regiones de España -el centro y norte de Europa tampoco se salvan- afectan más a los bosques atlánticos y a los prados y brañas del norte que a los montes del sur, porque hay más combustible para arder. Y esto último es otro factor común a todo el país, hoy hay más materia vegetal en los montes, es fruto de la protección, del abandono de las actividades económicas que explotaban los recursos forestales e, incluso, del cambio climático porque la fontosíntesis es más intensa.

Este verano muestra que algunas comunidades autónomas deben contemplar un riesgo que hasta ahora o era muy bajo o no existía, a la vez que todas tienen que inaugurar una gestión forestal más incisiva y entender que los incendios ya no sólo son un problema medioambiental, sino un asunto de protección civil. Y aun así ninguna zona estará a salvo, y más en el sur, de padecer incendios catastróficos como los sufridos en Grecia, Portugal y California.

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